La crisis nos ha demostrado que el crecimiento vertiginoso y descontrolado puede devenir fácilmente en caída abrupta. Así ha ocurrido con empresas, sectores laborales y, por supuesto, eventos culturales. El mapa de festivales de jazz nacionales, superpoblado años atrás, ha menguado considerablemente, y los árboles de un día se han retirado para permitirnos apreciar un bosque pequeño pero estable. Una de esas iniciativas labradas con tiempo, dedicación y mucho cariño ha sido el Festival de Jazz de Peñíscola, que este año ha vuelto a la carga en su séptima edición con un cartel envidiable... Continuar leyendo en Tomajazz