A un amigo pianista que amenizaba un evento de empresa se le acercó un comensal espetándole que si "podía poner otra música". Mejores intenciones tenía una anciana que, en plena cena arrullada a ritmo de jazz, se nos acercó con la siguiente petición: "¿Podéis tocar «Granada»?". El trombonista salió del aprieto con elegancia: "Por supuesto. Si nos trae usted la partitura, estaremos encantados de interpretarla".
A un amigo pianista que amenizaba un evento de empresa se le acercó un comensal espetándole que si "podía poner otra música". Mejores intenciones tenía una anciana que, en plena cena arrullada a ritmo de jazz, se nos acercó con la siguiente petición: "¿Podéis tocar «Granada»?". El trombonista salió del aprieto con elegancia: "Por supuesto. Si nos trae usted la partitura, estaremos encantados de interpretarla".