Siempre se dice que la discreción puede ser una gran virtud a la hora de tocar jazz, especialmente en instrumentos asociados con la rapidez y el volumen como la trompeta o la guitarra. Alguno no estará de acuerdo. Una vez subió a una jam session un saxofonista ciego al que se ubicó en el centro del escenario, de frente al público. Tras tocar un par de temas, sintió un picor en la garganta y, consciente de su situación espacial, tosió vigorosamente hacia su derecha... justo donde, discretamente, se encontraba el guitarrista.