Se encontraba un saxofonista amenizando la velada en un bar cuando, de repente, entró por la puerta una señora con dos perros diciendo: "Soy la vecina del primero". Sobresaltado, el músico dejó de tocar y se preparó para, presumiblemente, escuchar una queja por el ruido. Pero la intervención de la vecina fue, cuando menos, sorprendente: "Me gusta mucho lo que está tocando. ¿Podría dejar la puerta del bar abierta para que le escuche desde mi casa?".