J.D. - Las iniciales del dios

Publicado el 05 septiembre 2011 por Santiagobull
Para muchos, la llegada del mes de setiembre es todo un acontecimiento. Primavera, amores, calidez en los pechos, sol tibio, florecillas silvestres, mariposas que revolotean en los campos coronados por arcoiris a lo "My little pony"... sólo que claro, ése no es (por suerte) el único setiembre que se celebra en el mundo. Debajo de las sonrisas, entre las todas las tabernas de todas las esquinas del mundo y el callejón, otra imagen se impone sobre las aceras, mientras se apura en los vasos otro motivo para celebrar. No hay ritos que llenen más los corazones de la gente que los paganos; y eso es, precisamente, lo que tenemos por delante para celebrar este mes. El nacimiento de un hombre, de EL hombre... o, si lo prefieren así, de un mito, de un dios, de un sentido más allá de todos los fantasmas y los cadáveres de las utopías, una promesa más real que la de todos los paraísos que nos han prometido, en vano, los libros divinos. Y es que setiembre, señores, es el mes de Jack Daniel's. Como sucede con todos los mitos, los hechos que han dado luz a la tradición pertenecen al más absoluto misterio. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo nació Jack, ese alquimista genial del siglo XIX que nos dio algo mucho mejor que la piedra filosofal o el elixir de la vida. Un incendio destruyó todos los registros concernientes a su fecha de nacimiento, y los datos consignados en su tumba y la de su madre no nos brindan más que contradicciones. Pero eso es lo de menos: basta un "aparentemente" para nutrir religiones enteras, y eso es lo que tenemos: aparentemente, Jack nació un mes de setiembre, allá por... ¿1850? Y con eso nos basta, y hasta es muchísimo mejor: al fin y al cabo, si no tienes una fecha exacta, nada te impide hacerte con toda la cartilla del calendario. Así, tenemos que, desde hace ya más de un siglo, setiembre es el mes de Jack Daniel's. Y eso, señores, es religión pura y dura. ¿Qué les puedo decir? Es inevitable que me ponga un poco sentimental al respecto... Recuerdo algunas de mis primeras borracheras, cuando con un amigo (el único y original André D'auriol) asaltábamos el minibar de su madre para hacernos con tan enigmático elixir, el tradicional "Old Nº 7" de etiqueta blanca y negra, tan elegante... Amores, historias, resacas de agonía y gloria, delirio, poesía, canciones... ha corrido mucha agua bajo ese puente, y siempre dejando ese sabor refrescante, duro y algo dulzón, que tiene el buen bourbon. Bien lo dijo alguna vez Frank Sinatra (otro que canta en la misma iglesia): "Ustedes saben. He tenido muchos amigos y he llevado una vida muy agitada, pero nunca he tenido un amigo que, como él, no me fallara nunca: se llama Jack Daniel's". Viejo número siete, este mes alzaremos todas las copas con un eco para tí. Setiembre se tiñe de blanco y de negro, y nunca sonaron tan bien los coros que llegan desde los bares, ya sean del barrio, del cielo o del infierno. Casi todo el mundo recuerda al padre de esta larga tradición, el viejo Jack, por su curiosa muerte (gangrenado por patear su caja fuerte, según cuenta la leyenda); hoy, queremos recordarlo por lo demás, por eso que nunca olvidamos, por su legado, su honor, su gloria, nuestra fortuna. ¿Quién necesita un Edén, mientras nos queden las canciones, los amigos y las botellas de Jack Daniel's? Un vaso de este whiskey es como un párrafo de Faulkner: fuente de una poesía por la que bien vale la pena irse dejando la vida en las propinas.