¿Su crimen? Haber publicado caricaturas satíricas riéndose de la religión musulmana, como ya lo hicieran con la judía y, como es el caso del último número, con la cristiana.
Hoy es un día triste para la libertad de prensa en Francia y en el mundo, para la comunidad musulmana que se ve representada por extremistas sin haberlo pedido, para los cientos de miles de franceses que han crecido con Charlie Hebdo pero, sobre todo, para 12 familias que han perdido a un ser querido que sólo quería hacer pensar y sacar una sonrisa a sus lectores.
Hoy, yo soy Charlie.