La famosa frase de Hitchcock que decía "Nunca trabajes ni con niños, ni con animales ni con Charles Laughton" no creo que le resultara familiar al amigo Juan Jacobo. Más que por los niños o por el propio Laughton, con los que no ha rodado nunca, por los animales, ya que en dos de sus doce películas, El oso (1988) y Dos hermanos (2004), el hombre cedía su habitual protagonismo a la fauna salvaje para ser casi una comparsa. Sin embargo, sus trabajos más destacados son otros, nada que ver con estos productos de consumo familiar, dicho sea sin ofender, ya que son bastante meritorias y no dejan de tener escenas mágníficas en las que a menudo te preguntas: ¿Cómo narices ha conseguido que el animal haga eso? ¿Y cuantas tomas rodó? Pero como iba diciendo, sus éxitos son otros films, tres en concreto.
El primero de ellos fue En busca del fuego (1981), una de las mejores recreaciones de la prehistoria hasta la fecha y que disfruta de gran reconocimiento, no sólo por sus valores cinematográficos, sino por sus pretensiones anotropológicas. Evidentemente, siempre será mejor consultar un manual del Paleolítico si lo que se busca es rigor histórico pero, sin duda, las aportaciones de Desmond Morris y Anthony Burgess en la creación de un idioma para la tribu de neandertales le concedían altas cotas de credibilidad, que además salvaba con creces el hándicap de hacer una película sin diálogos comprensibles para el espectador.
El último en discordia sería el film bélico Enemigo a las puertas (2001). En él, Annaud dirige un excelente duelo entre un pastor de los Urales, Vasily Zaitsev, y un aristócrata prusiano, el mayor König, que se sirve de la batalla de Stalingrado para enmarcar su desarrollo y ofrece, además del duelo, una magnífica puesta en escena de la contienda, desde la lucha encarnizada por las calles de la ciudad hasta el cruce de las tropas rusas por el Volga.