Jeeves, tú eres mi hombre. P.G. Wodehouse.

Publicado el 19 enero 2012 por Matilda @Matildalibros

   Los lectores empedernidos desde niñostenemos una larga lista de libros y autores que llegaron a nuestrasmanos casi como una tradición familiar. En mi caso hay un montón dehistorias que, cuando las recuerdo, recuerdo también el momento enque mis padres o mis tías comentaban que me podría gustar, que meiba a morir de risa o que iba a llorar como una magdalena. Los librosde P.G. Wodehouse son un ejemplo de esto que os cuento.

   No recuerdo qué edad tenía cuandoleí el primero, ni cuál fue, pero si conservo la sensaciónagotadora de pasarme toda la novela diciéndoles a los personajes,“¡pero no hagas eso, tonto!”. Y es que, aunque me resultabandivertidos y me gustaba leerlos me pasaba toda la lectura súperintranquila porque no habíamos salido de un lío y ya nos habíamosmetido en otro. ¡Es que los protagonistas no aprendían!
   Cuando empecé a trabajar en lalibrería descubrí con sorpresa que aquellos libros que yo leía enediciones antiguas (y bastante maltrechas, somos muchos, ya sabéis)seguían reeditándose y vendiéndose y me hizo ilusión. Desdeentonces había querido volver a encontrarme con aquellos personajesque tanto me hacían sufrir, jeje, pero nunca veía el momento. EstaNavidad, por fin, pude hacerlo.

   Me di permiso ara abandonar laslecturas obligatorias que últimamente se me amontonan y para norespetar el orden de la lista de pendientes y me sumergí de nuevo enel mundo de Woodehouse con el libro Jeeves, tú eres mi hombre.Debo decir que no fue unadecisión muy acertada porque no me di cuenta de que no era unanovela sino un montón de relatos cortos (12, en concreto, compendio de varios libros publicados anteriormente que no consigo encontrar) y yo tenía ganas de algomás largo, pero, aún así, ha valido la pena volver a saludarBertie Wooster y a Jeeves, su genial ayuda de cámara. Me lo hepasado como una enana leyendo sus pequeñas fechorías y susdesencuentros tan sumamente educados.
   BertieWooster es el típico “rico holagzán” de principios de siglo(aparece por primera vez en 1923), gamberrete, mujeriego yjuerguista, dedica su vida a disfrutar del dinero que le da sutemible tía Ágatha y a meterse en líos, bastante inofensivos, porsuerte, pero tremendamente rebuscados e inconvenientes para suposición social. Por suerte, Jeeves, experimentado en el arte decuidar a este tipo de niños ricos, lo acompaña siempre pararesolver cualquier problema.

   Ambospersonajes encajan perfectamente el uno con el otro, para Bertie, unayuda de cámara discreto que siempre está donde y como debe estares perfecto, sobre todo porque, inocentemente, cree que es él el quetoma las decisiones. Para Jeeves, un señor atolondrado y alocado, alque manejar sutilmente y con muchísimo humor y que le permite vivirbien y visitar los mejores castillos de Inglaterra, también.
   Losdos me han hecho reír y sonreír continuamente contándome susaventuras. Unas veces el narrador era Bertie Wooster, otras, Jeeves.Ambas visiones son enriquecedoras porque nos permiten conocer muchomejor a los personajes.
   Además,en cada capítulo he ido conociendo a todo un elenco de secundariosde los más variopinto que me ha mantenido totalmente cautivada.
   Estavez no he sentido la angustia de cuando era pequeña, he disfrutadode todos los líos y situaciones ridículas y me ha encantadoretroceder en el tiempo y pasear por Londres y por la campiñainglesa acompañada de la típica flema británica del momento.
   Os vais a reír de mí, pero reservéun par de capítulos sin leer por si, en algún momento, necesitoalgo rápido y ligero con que despejarme.

   Por supuesto, cuando pueda, buscaréalguna de las novelas largas de esta singular pareja y volveré apasar un rato divertido, conociendo más de ese país que tanto megusta, con ellos.