Precisamente han sido los valedores del Capitalismo y por lo tanto del Estado los que han transformado la vida en una guerra de todos contra todos, en una lucha por la supervivencia. El Estado hobbesiano nunca no fue concebido para los inetereses de los más débiles frente a los más fuertes, al contrario, fue una infamia para salvaguardar los intereses de los más poderosos, una exaltación del poder que sirvió a un nuevo orden social basado en la meritocracia de ideología fascista para consolidar y perpertuar un sistema de dominación cada vez más jerárquico y excluyente que concentra también cada vez más Poder en pocas manos.
La jerarquización de la sociedad debida a la especialización por parte de la técnica y la tecnologia ha ido en aumento como consecuencia del desarrollo y la evolución de ésta a nivel mundial. Lo que ha propiciado más fragmentación. La técnica a este nivel divide los procesos de trabajo y por lo tanto la sociedad en séctores cada vez más reducidos.
La sobreorganización y burocratización social requieren de más elementos técnicos para funcionar. La función de los tecnócratas es la de gestionar el caos que es inherente al propio sistema de dominación basado en la jerarquía y la autoridad. La división y especialización del trabajo propició más división social y por lo tanto sociedades más complejas y conflictivas.
Sin embargo, como el fin de la técnica y la tecnología es el control y el Poder sobre el ser humano, se valió de éstos medios para conquistar su propósito. La consolidación del Poder por lo tanto fue precedida por la división de la sociedad en clases para ejercer su dominio sobre los diferentes estratos sociales en los que podía operar con más facilidad provocando más incertidumbre en general y si se diera el caso, conflictos dentro de los mismos grupos disidentes que pudieran ofrecer algún tipo de respuesta al abuso de Poder que ejerce la élite sobre éstos.