Salir de playa Preá nos costó mucho más de lo que nos costó entrar… Antes de –siquiera–salir de la posada la camioneta se atascó en la arena. Aquello parecían arenas movedizas: bastaba hacer un pequeño movimiento para que viéramos hundirse buena parte de las llantas bajo la arena.
Entre David y yo intentamos sacarla aplicando todos los trucos que nos funcionaron en el fango selvático-aquella tierra roja que parece que succiona– pero nada funcionó, las cosas solo empeoraban.
Luego de un buen rato y muchos intentos David encontró tres hombres en una barraca y los trajo al estacionamiento de la posada para que nos ayudaran. Lo primero que hicieron–y que ya habíamos oído mencionar en caso de atorarse en la arena, pero nunca recordamos–fue desinflar los neumáticos: les bajaron entre 10 y 15 libras a los dos de atrás que eran los atorados. Solo eso bastó para que la camioneta saliera del hoyo en el que estaba. Luego la seguimos rodando así hasta que llegamos al pavimento y buscamos una borracharia–la desponchadora–para que nos los inflaran de nuevo.
Salimos del área de Jijoca de Jericoacoara bastante cansados: de la arena, el viento, el polvo que deja la arena y los precios para turistas.
Comenzamos la ruta rumbo a Belém y no hemos salido de ella en los últimos cinco días, sin lograr aun llegar a nuestro destino.
Hemos hecho algunas paradas en puestos de servicio para trabajar un poco en internet e investigar acerca del barco que debemos tomar en el Amazonas rumbo a Manaos, pero nada más. A decir verdad, han sido días tortuosos…
No solo es que la carretera parezca interminable, sino que el calor es cada vez más severo. Atravesamos ya la región que se conoce como el punto más caliente de Brasil: Teresina, en el estado de Piauí. Y comprobadísimo nos quedó que hace honor a su fama. Literalmente, nos sudaban hasta las rodillas. El aire es muy denso y caliente y no hay viento que circule; pareciera que estamos en una burbuja de calor en la que se dificulta hasta respirar–ni mencionemos lo que es dormir dentro de la camioneta.
Lo bueno del asunto es que hoy dejamos atrás la sequía y regresamos a una carretera rodeada de verde–al menos hay árboles y pasto. Con eso se quedaron atrás también los incendios al lado del camino, el humo y el calor del fuego. Así que se puede decir que hemos tenido un día más fresco J
Algo que nos ha venido de maravilla es que en esta región cada estación de servicio/gasolinera en la que hemos parado tiene duchas, nos hemos estado bañando casi religiosamente cada día–como no lo hacíamos desde que salimos de Guadalajara–y eso nos ha ayudado a no volvernos locos de calor.
Además es común ver máquinas de agua fría en las que puedes ir a llenar tus garrafas sin costo alguno. Otra cosa que nos ha salvado del calor!
Esta noche vamos a llegar a Belem–por fin–y mañana comenzaremos la búsqueda del barco–y del mejor precio–para llegar hasta Manaos. Ahora sí es seguro: no más playa brasilera para nosotros L
Andrea