— Pues yo si tuviese mucho dinero te compraría todos los libros. —dijo el niño, su intensa mirada azul y sus mejillas sonrosadas le daban color a una tienda, donde el color predominante, eran el marrón de las estanterías y los grises y azules pardos de las tapas de los libros.Las carcajadas del viejo librero hicieron retumbar las paredes. Frederick pestañeó como si saliera de un sueño.— ¿Por qué te ríes? —preguntó con voz seria— Un día seré rico y tendré una habitación solo para guardar mis libros, y será más grande que toda tu tienda.— Pero mientras tanto te tienes que conformar con mis historias, ¿verdad, hijo?Eberhard sabía que los padres del niño no tenían suficiente dinero como para comprar libros, ni ellos, ni la mayoría de los habitantes de la villa. Eran gentes humildes que más o menos tiraban con lo justo para vivir. Por eso, cuando Frederick aparecía por su tienda casi todas las tardes cuando salía del colegio, el librero le esperaba y le contaba alguna historia; incluso, algunas veces, cuando era su cumpleaños o algún día especial le regalaba un libro.
Hoy te voy a contar una historia muy antigua, una historia muy propia de estas fechas; seguro que te va a gustar: «Había una vez….— Eberhard, ¿por qué todos los cuentos comienzan con esa frase?— No lo sé, supongo que será una fórmula para captar la atención de los oyentes pero… phsssssss escucha atentamente el cuento:
***«Había una vez, hace mucho tiempo, tanto que es imposible ponerle una fecha; en un lugar llamado Laponia, cerca del Polo. Allí había bosques encantados y maravillosos. Unos bosques donde los pinares eran espesos y los huecos entre los pinos eran casi inexistentes. Estos bosques eran blancos, porque siempre estaban nevados. Las noches se alargaban durante las veinticuatro horas del día; y de vez en cuando la naturaleza regalaba a sus pocos habitantes con un cielo lleno de luz.
Durante un buen rato, los dos animales pelearon con bravura. A Jerk le sobraban fuerzas, pero le faltaba algo tan característico como la violencia. El reno no era violento, no había nacido para la lucha. Su pelea era limpia, sin triquiñuelas ni trampas. Por el contrario, su oponente empleaba los juegos y las tretas más sucias. Y su corazón se iba llenando de violencia desmedida.La pelea terminó, un jadeante y sudoroso Rudrik contemplaba a su enemigo, tendido en el suelo y manchando la blancura de la nieve con su sangre roja.El bramido de Rudrik fue brutal, toda la manada se acercó al lugar y al ver el espectáculo las murmuraciones fueron llenando todo el espacio vacío del bosque. Pero los rumores se callaron de inmediato y el grupo abrió paso a Bálder, que con la cabeza alta, caminó despacio hacía el cuerpo de su hijo. — Soy el ganador Bálder, he matado a tu hijo, como tú mataste a mi padre hace años. Y ahora, soy el líder. Tú ya solo eres un viejo inservible para nada.— No sé como ha sido la pelea, lo único que sé es que mi hijo habrá luchado limpio. Nadie que no ame la lucha puede jugar sucio. Tú sin embargo eres el fiel reflejo de Bjork. ¡Vete de aquí! No queremos a nadie como tú en el rebaño.Rudrik intentó rebelarse, pero las miradas adustas del resto de los animales le hizo recapacitar, y huyó, huyó lejos, en algún sitio sabrían apreciar sus méritos; aquella panda de petimetres sentimentales no le merecían.Bálder con el alma herida de muerte se giró y lentamente volvió sobre sus pasos hacía el lugar donde apacentaban seguido por el resto de los renos.Cuanto todo se quedó tranquilo, dos figuras que habían presenciado toda la escena salieron de entre los árboles.— ¿Qué piensas Rudolph? ¿Crees que este jovencito tiene algún porvenir?— No lo sé jefe. Yo creo que al final se ha portado como un valiente.— Lo mismo pienso yo. Creo que deberíamos darle una oportunidad, sería un estupendo ayudante para ti. Ahora que lo pienso, querido y viejo compañero, creo que ya vas necesitando ayuda.— ¿Quién, yo? De eso nada jefe, yo sigo estando fuerte como un toro. No sé, no sé, veo a este jovencito un poco… como si dijéramos, ¿indolente?— Rudolph, Rudolph, no me hagas recordarte a un jovencito llorón a quien me encontré hace tantos años lloriqueando por los rincones porque el resto de sus amigos se reían de su enorme y roja nariz.— Esto… ejem, jefe, mejor no recordar tonterías pasadas. Carga al muchachito en el trineo y vámonos pitando que se nos echa el tiempo encima y de aquí a unos días tenemos mucho trabajo que realizar.— Jo,jo,jo, ¡Qué bueno es tener memoria, viejo amigo! No hay nada como recordar historias pasadas.
***
— Es una preciosa historia, Eberhard. Me ha encantado.— ¡Mira qué hora es, enano! Tu madre se va a enfadar mucho y con razón.— ¡Ay va! Tienes razón, me voy corriendo. Mañana volveré a verte. ¿Me contarás otro cuento de estos tan bonitos?— Por supuesto que sí, pequeño. Sabes que mi librería siempre está abierta para ti. Y recuerda lo que te he dicho, ¡ojalá sea Jerk el primer reno que pise tu tejado! —El anciano guiñó un ojo cómplice al niño.El niño salió corriendo, en la puerta le esperaba su madre.— ¿Has visto que hora es? Menos mal que tu padre no ha regresado aún, si no la reprimenda iba a ser enorme.— He estado con Eberhard y me ha contado un cuento muy bonito.— Tu haz mucho caso a ese viejo loco… Venga ves a lavarte que en cuanto llegue tu padre que no tardará nos sentamos a cenar. El pavo se va a quedar frio, vaya Nochebuena.— ¡Es verdad! Hoy es Nochebuena, esta noche viene Santa Claus. ¿Sabes que el cuento de hoy hablaba de él? Bueno de él y de un reno, Jerk, el ayudante de Santa Claus. Es una historia muy bonita, pero lo mejor es lo que me ha dicho Eberhard, él dice que cuando Jerk es el primero de los renos de Santa que pone la pezuña en tu tejado, en el corazón de esa familia siempre reinará la magia.— Ummm ese viejo loco ya cho… bueno, pensándolo mejor, puede que Eberhard tenga razón, esta noche cuando nos acostemos y antes de dormir los dos cerraremos los ojos fuertemente y pediremos el mismo deseo, que sea Jerk el reno que se pose antes en nuestro tejado. Será bonito que la magia llene nuestro hogar.
FIN