El pasado 9 de marzo celebramos que Jerónimo Valeriola, el alma en pena dedicada a enseñar la Valencia histórica, cumplió 400 invocaciones. En el verano de 2008 reaparecía, después de más o menos un siglo, para descansar en paz de una vez por todas, y, ¡menos mal que está muerto!
En esa primera llamada (que no al orden) era requerido para mostrar la ciudad de otra manera, a través de un viaje en el tiempo, la Valencia que él conoció, (finales del XVI- principios del XVII), pero también la anterior época medieval y la posterior hasta comienzos de 1900.
Además, en cada una de esos 400 paseos, Jerónimo nos ha contado su triste historia, que, respetando los hechos, pocos saben, que, realmente sucedieron, por suerte o por desgracia, según se mire, porque, si no hubiese sido injustamente ajusticiado, no le habríamos conocido.
Poco se podía imaginar que 5 años y medio después, este “colgao”, como a veces le han llamado, siguiera con la misma labor con igual ingenio, inocencia e ilusión que la primera vez por las mismas calles, plazas, desapercibidos rincones, monumentos… La pregunta es evidente: “¿no te cansas de hacer siempre lo mismo? A lo que nuestro humilde espíritu responde: “¿cómo me voy a cansar si estoy muerto? De todas maneras”, añade, “ninguna ruta es igual, el itinerario se repite, lo que cuento es idéntico, pero cada día es diferente”.
Y entonces ¿qué es lo que cambia?”, se le podría insistir. “El público, principalmente, sus reacciones, sus intervenciones, sus sonrisas y, a veces, hasta alguna carcajada. Por otro lado, a esto, se suma cualquier imprevisto que soluciono como puedo” sigue confesando Jerónimo, “como vagabundos que me saludan, ante la estupefacción de los asistentes, incluso, en una ocasión, uno de ellos, mientras me estrechaba la mano, se sacó de la manga un pequeño ratón, algún borracho que clama al cielo que lo que cuento es mentira, o algún espontáneo que, saliendo del portal su casa enfrente de donde estaba con el grupo, me preguntó: “¿de dónde has sacado esa historia?”.
Estas peripecias… ¿estaban preparadas? Quién sabe… Todo hace pensar que están más cerca de ser “cosas del directo” que por otros motivos, como las campanas tan sincronizadas que tocan en alguna ocasión al final de una sentencia, apagones de farolas sin razón y músicos callejeros que, sin querer, amenizan los relatos del fantasma.
Tampoco se le olvidan cabalgatas, desfiles, manifestaciones con las que Jerónimo ha tenido que compartir sus recorridos.
¡Cuántos relatos acaecidos contados y “vividos”! Imposible recordar todos, pero rescatando uno, a Jerónimo le viene a la cabeza aquella tarde en la que un paseante anónimo al verle, se paró delante de él junto al público y, al acabar aquella parada, le lanzó una moneda a lo que contestó: “Gracias, pero… ¿para qué la quiero?
Sólo queda por añadir: ¡Felicidades Jerónimo! Sabemos que seguirá reapareciendo cuando se le llame, ¿quién sabe si 400 veces más? De momento, celebramos las 400 primeras, que no está mal.