Los informativos anuncian el fallecimiento de Jerry Lewis, a los 91 años, un auténtico dinosaurio, dicho por supuesto con todo respeto de lo que viene a ser el showbusiness americano actual. En el fondo ha sido un todo-terreno, primero junto a Dean Martin, la pareja del "listo y el tonto" de toda la vida, de teatro en teatro, primero en tugurios de mala muerte, intentando sobrevivir, y en el culmen de su éxito, trabajando en Las Vegas, que es donde a la postre vivió, y se supone muy bien, hasta el fin de sus días.
Este vecino del mundo no va a hacer el célebre "corta-y-pega" que hoy harán muchos para glosar su vida, y su muerte, sino que va a intentar expresar en palabras lo que le sugiere Jerry Lewis (nacido Joseph Levitch).
Para comenzar diremos que pertenece a una época en el que se españolizaba todo. A él nunca le llamamos "Yerri Louiss" como se intentaría pronunciar ahora, sino para demostrar que éramos unos modernos pronunciábamos todas y cada una de las letras, con aire muy digno y para que no se dijera que no dominábamos el inglés, porque entre otras cosas nunca supimos que había un inglés británico, y otro americano.
En los días del gran éxito de"Yerry", finales de los cincuenta, comienzo de los sesenta, eran unos años en que ir al cine era toda una ceremonia que se hacía especialmente los domingos, y que los cines echaban la casa por la ventana dando a cada uno de los espectadores (que era parte del trabajo del acomodador, figura que en la mayoría de los cines ya ha desaparecido) un programa de mano con la reproducción del cartel de la película.
Jerry Lewis representa al primer escalón del humorista, ese que se ha formado en la academia de la vida, y que hace reír guiándose de su "olfato" de supervivencia, poniendo caras cantando, bailando y dejando ver que era, casi, un descerebrado.
Algunos, muchos, dirán que es un humor fácil, este vecino les corregiría diciendo que es un humor primario, pero nunca fácil, cuando tienes que darle al magín para encontrar recursos.
Muchos, así somos de ingratos, le dejamos atrás, atraídos, por un Woody Allen, que es esa visión del cómico que te hace pensar y como mucho hace que aflore en ti una sonrisa. Pero lo que nunca hemos olvidado del Señor Lewis es esas mujeres (en cada película una, para no exagerar y que fuera algo más bien real, y no que formaba parte de una superproducción americana) que siempre se acercaban a él, por lo que muchos niños de entonces, a medida que fuimos creciendo no perdíamos la esperanza, al conocer, por ejemplo, en otra pantalla, a la Meg Ryan de turno.
Jerry Lewis siempre nos sirvió para pensar que si él podía, nosotros también, y ahora se nos ha ido. Ya no nos queda ni esa red, esa última esperanza, y los niños de aquella época nos sentiremos ya muy solos, con esa sombra de pagafantas pendiendo de nuestros recuerdos, cuanto este término todavía no existía.
¡Descanse en paz!*FOTO: DE LA RED