La expresión “limpieza étnica” ha sido uno de los mantras sobre los que se ha cimentado la falaz narrativa palestina destinada a la deslegitimación del estado de Israel, lo cual resulta cuando menos curioso, por que hoy en día quienes propugnan una auténtica limpieza étnica y lo propagan a los cuatro vientos son las facciones terroristas palestinas que se han hecho con el poder.
Pero lo cierto es que sí hubo una auténtica limpieza étnica pero no cómo nos lo cuentan los voceros del antisionismo y de la poderosa factoría de ficción conocida como “Pallywood”.
Esa limpieza étnica, minuciosa e impía, la sufrieron los judíos que quedaron en las zonas controladas por el Eje árabe-palestino que inició esa guerra de exterminio al grito de “echemos a los judíos al mar” conocida como la Guerra de Independencia de 1948. Y es que los dirigentes palestinos y árabes no se andaban con sutilezas a la hora de aplicar la fuerza para ejecutar los planes de expulsión de los judíos que tuvieron la desgracia de caer bajo su dominación.
Jerusalem fue el caso mas importante.
La ciudad judía resistió con heroicidad el embate de la legión Árabe de inspiración británica que gozaba de una aplastante superioridad de medios y de sus aliados, además de un criminal bloqueo de carácter feudal que impedía el paso de cualquier cosa, incluidas comidas y medicinas, pero finalmente el casco antiguo quedó sometido a la dictadura jordana.
Y llegó el desastre, un auténtico crimen de lesa humanidad que al día de la fecha no ha sido ni tan siquiera reconocido.
El 28 de mayo, la defensa de la ciudad vieja finalmente colapsó, y Abdullah Al-Tell, al mando de la Legión Transjordania, expulsó a los civiles judíos hacia el oeste de Jerusalén, tomando prisioneros a los defensores de la Haganah.
Julián Schvindlerman lo relata de tal forma que no deja lugar a dudas:” (…) el barrio judío cayó, y la población sobreviviente fue expulsada –si bien hubo también varias detenciones– y las sinagogas, destruidas: de las 27 existentes en aquel momento, 22 fueron quemadas por el populacho árabe y cinco por el ejército jordano. Asimismo, 31 yeshivot y otros centros de estudios religiosos fueron arruinados. Se destrozaron objetos religiosos, se dinamitaron escuelas, se profanaron cementerios: 38.000 de las 50.000 lápidas del camposanto judío del Monte de los Olivos fueron removidas para construir con ellas caminos y letrinas. Toda esta zona fue utilizada para criar gallinas y alojar caballos. En general, la destrucción fue tan completa, que fuentes periodísticas de la época comparaban Jerusalem con Stalingrado o Berlín durante la II Guerra Mundial. -Fuente: Libertad Digital“
Tropas e irregulares árabes queman propiedades judías mientras una niña judía huye presa del pánico. Es la pequeña Rachel Levy, de tan solo 7 años.
Los soldados de la Legión Árabe participaron, coordinaron y organizaron la criminal limpieza étnica
La expulsión perfectamente organizada fue sistemática, minuciosa y completa y no perdonó ni a los más indefensos, los niños y los ancianos.
En ese proceso criminal se vandalizaron y/o destruyeron auténticas joyas arquitectónicas (como la sinagoga Yohanán ben Zakay, fundada en 1267; la Hurva, construida en 1705, o la yeshivá Porat Yosef ) y se intentó borrar cualquier rastro de presencia e historia judía.
Y no se contentaron con esto, en los casi 20 años de dominación jordana se levantó un muro de hormigón para impedir a los judíos el retorno a la ciudad vieja y a sus lugares sagrados. Ni un solo judío pudo volver allí, haciendo que el Kotel donde los judíos habían rezado durante miles de años de forma continuada fuera inaccesible
A lo largo de ese oprobioso periodo de dominación árabe los judíos se congregaban en los límites orientales de Jerusalén, en el Monte Sión o en los balcones del Hotel Rey David, para poder orar en dirección al Muro Occidental. Era lo más cercano que cualquiera podía llegar.
Fue sólo con la guerra de 1967 que la Jerusalén judía fue liberada y volvió a ser accesible, y el barrio judío restaurado.
Por desgracia este horrendo crimen de lesa humanidad ha pasado desapercibido para la Historia moderna y los organismos internacionales y sus perpetradores y cámplices nunca fueron juzgados por ello ni sus víctimas inocentes reconocidas tan siquiera como tales.