Juro por Gott que lo hicimos con nuestra mejor intención.
Fuera de koñen, teníamos al niño completamente traumatizado. Tenía pesadillas. No se atrevía a dar un paso sin 27 focos de luz. Se mantenía a muchos metro de cualquier cruz visible (y eso, en las Teutonias del Sur es complicado, créanme).
Estábamos desesperados.
Y el niño aterrorizado: Su primer cadáver, su primer zombie y encima está por todos lados.
El padre del polluelen en cuestión (maromen, para los rezagados) decidió hacer mutis por el foro: lo mejorrrrr es no soltarrrr prendennnn sobre el tema, se le passsarrrrrá.
Y un huevo se le pasará.
Que su guardería, la única a varios muchos kilómetros de distancia, sea católica (y pública, en un país laíco... no me pregunten por qué) no ayudó mucho, como se pueden imaginar.
Allí tomaron conciencia rápidamente del problema que suponía un niño carismático (y ¡olé!) con tendencias anticrísticas, y decidieron loar (aún más) las bondades y hazañas del resucitado.
Tan tan tan tan bien lo hicieron, que hemos pasado del terror absoluto a la adoración más devota en cuestión de semanas: mientras en hogares normales cuelgan dibujos varios de papás, mamás y figuritas familiares al gusto, nosotros tenemos la nevera llena de monigotes crucificados. Con clavos y coronita sádica incluidos. Y la boca para abajo.
Y esto no es lo peor, no. Ir a recoger a tu polluelen a un cumpleaños y encontrarte a la prole martillo y (por suerte sólo) tiza en mano, crucifica que te pego unos a otros es para pegarse un tiro. Sobre todo cuando los demás padres andan preguntando de dónde habrán sacado estas ideas y tú tienes que poner cara de gilipollas.
Mañana mismo compramos una tele y la serie entera de Spiderman, a ver si en la próxima fiesta sólo vuelan puñetazos y le puedes echar al culpa a otra madre.