Jesuitas de El Salvador, 25 años buscando justicia

Publicado el 18 noviembre 2014 por Gsnotaftershave @GSnotaftershave

La UCA acogió una representación teatral que relataba la vida de sus mártires asesinados el 16 de noviembre de 1989 / Centro Cultural Universitario UCA publicado en su web

Era de madrugada, una treintena de soldados entraron en la Universidad Centroamericana (UCA) subieron hasta las zonas de los cuartos, sacaron los seis jesuitas a medio vestir, los llevaron al patio, ahí les obligaron a tumbarse boca bajo y les dispararon. También mataron a doña Elba, que trabajaba en la casa, y a su hija Celina, una adolescente de quince años.

Esto fue un 16 de noviembre de 1989 en San Salvador. 25 años después, Ignacio Ellacuría, conocido teólogo de la liberación, Ignacio Martín Baró, vicerrector de la UCA, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Amando López y Joaquín López, todos ellos españoles excepto el último, que era salvadoreño, y las os mujeres aún buscan justicia.

En poco más de diez años (1979-1992), la guerra de El Salvador dejó más de 75.000 muertos, el 80% civiles. Estos no son los únicos jesuitas que fueron asesinados por el aparato del estado, el ejército o las alas más conservadoras de la sociedad. El 12 de marzo de 1977 fue asesinado el párroco de Aguilares, Rutilio Grande, mientras que el 24 de marzo de 1980 sellaron la vida del arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, una de las voces más fuertes dentro de los jesuitas a favor de la justicia social.

Los mensajes contra los jesuitas en El Salvador eran constantes. Tres meses después del Asesinato de Rutilio Grande, la Unión Guerra Blanca, un escuadrón de la muerte, advertía en un panfleto “Parte de guerra número 6: todos los jesuitas deberán abandonar para siempre el país antes que venza el plazo de 30 días. De no acatar nuestra orden se procederá a la ejecución inmediata y sistemática de todos los jesuitas del país”.  Por otro lado, en 1981, la Liga Anticomunista Salvadoreña repartió panfletos con este mensaje: “el pueblo les hace (a los jesuitas) responsables de haber cambiado la fe en Jesucristo por la fe en el marxismo”.

¿Pero por qué hubo este ataque sistemático contra los jesuitas en El Salvador? Pues bien, porque ellos eran defensores de la teología de la liberación, una corriente dentro de la Iglesia que encontró sus peores enemigos entre las élites gobernantes e incluso en la misma Iglesia. Y es que la teología de la liberación, que nació en Latinoamérica, coge de base a los Evangelios, donde se relata la vida de Jesús, quien se acercó a los pobres, los más desfavorecidos y a los excluidos socialmente. En este sentido, los que siguen este modelo, defienden que la Iglesia, los curas, deben de estar al lado de la gente más humilde, tal como hizo Jesús.

Esta forma de entender el cristianismo, obviamente, entra en contradicción con el modelo jerárquico que se había impuesto dentro de la iglesia, donde Dios estaba por encima de todo, luego el Papa y el resto de autoridades eclesiásticas, pero también entra en oposición con los modelos jerárquicos de las sociedades latinoamericanas, donde unas pocas élites gobernaban los países. Y, precisamente, en el contexto social, esto conllevó que en Centroamérica se formaran guerrillas marxistas de base social y desencadenaran las trágicas guerras civiles no solo del El Salvador, sino también la de Guatemala (1960-1996) y la de Nicaragua (1970-1990), el único país donde triunfó la revolución.

Estos grupos fueron combatidos por los ejércitos de cada país o escuadrones armados, formados y financiados por Estados Unidos, que no quería ver como se reproducían cerca de suelo estadounidense otros gobiernos similares a la Cuba de Fidel Castro. Una buena muestra de ello, es que en tan solo diez años, de 1980 a 1990, Washington entregó alrededor de 4 millones de dólares al gobierno salvadoreño en concepto de ayuda militar.

Pero los crímenes atroces de la guerra civil salvadoreña siguen sin encontrar justicia, ya que en 1993 se firmó una Ley de Amnistía General de El Salvador que protege a los que han perpetrado algún delito durante el conflicto armado.  Por su parte, Henry Campos y Sidney Blanco, los fiscales del caso de los jesuitas de la UCA, relataron que sus superiores entorpecieron la investigación y, por ejemplo, no tuvieron acceso a todas las páginas del expediente de este caso.

“Miren, dejen que ese juicio camine por inercia. Que el juez tramite. No se metan en eso. Los van a matar. No son pollos los que están acusando. Son coroneles”. Estas palabras son las que, según Sidney Blanco, les dijo a él y a Campo el que entonces era Fiscal General,  Mauricio Eduardo Colorado, y que se recogen en un extenso reportaje en el periódico salvadoreño El Faro publicado en su web.

Este fin de semana, las Universidades y Centros de Educación Superior de la Compañía de Jesús de España (UNIJES) emitían un comunicado donde recordaban la labor de sus seis compañeros asesinados esa trágica madrugada en El Salvador y que también servía para reflexionar sobre el trabajo social que deben hacer sus escuelas.

“Estos seis jesuitas mártires, liderados por Ignacio Ellacuría, desde su profunda experiencia del Dios de Jesús y su compromiso con el pueblo, entendieron la universidad de un modo nuevo. La función de la universidad consiste en analizar la realidad histórica ―que incluye todos los niveles de lo real― y en contribuir a su transformación, de tal manera que la realidad constituya cada vez más un espacio de libertad y justicia para todos los seres humanos”, reza el comunicado de UNIJES. Esta libertad y justicia que se quiso silenciar un 16 de noviembre de 1989.

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