Leer | MATEO 14.14|Cuando yo tenía once años, encontré a mi madre en su cama, luchando por respirar. Mi reacción fue caer de rodillas y orar por ella. Al día siguiente, se comenzó a recuperar, y nunca más experimentó el mismo padecimiento.
Los que enseñan reanimación cardiopulmonar dicen que el primer paso en una emergencia es llamar para pedir ayuda. Es un buen consejo, pero también debemos desarrollar la reacción de clamar a Dios por su ayuda.
El gran Médico tiene el poder para ayudar. Él nos creó, y conoce cada mecanismo de nuestros cuerpos, hasta el más mínimo detalle. A veces, Él decide quitar de inmediato el problema cuando le pedimos; otras veces, por su amor y su omnisciencia, permite que el padecimiento continúe.
Buscar la ayuda de un médico es, con frecuencia, su plan para nosotros, pero Dios también quiere que vengamos delante de Él con nuestra necesidad, reconociendo su capacidad y poder supremos.
La Biblia está llena de historias en cuanto a las sanidades físicas, emocionales y espirituales que realizó el Señor. Por ejemplo, el Antiguo Testamento habla de una sanidad divina de esterilidad (Gn 17.18, 19; 21.2) y de lepra (Éx 4.6, 7). Y luego, en el Nuevo Testamento, bastaba un toque de Jesús para que las personas fueran sanadas. Jesús dio también a sus discípulos autoridad para sanar en su nombre (Mt 10.1).
Cuando usted lea la Biblia, note la frecuencia con que Dios sanaba a las personas, y cómo valoraba la fe de ellas. Cuando usted tenga una necesidad, pida su ayuda. Caminar estrechamente con Él es siempre la mejor y más sabia decisión.
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