Jesús y la mujer cananea (Mateo 15:22-28)

Por Cristina Rubio @crisrubse

The Woman of Canaan - Harold Copping

Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquellos alrededores clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero él no le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Y él, respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces, ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Y respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Si, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija quedó sanada desde aquella hora. (Mateo 15: 22-28)
Algunos pasajes en la vida de Jesús resultan difíciles de entender y, en ocasiones, se malinterpretan debido a una lectura superficial. Esto es lo que ha ocurrido con el encuentro de Jesús con la mujer cananea. En una primera lectura, es difícil de comprender el comportamiento de Jesús: primero parece ignorar a la mujer y después se refiere a ella como “perrillo”. Muchos escépticos han utilizado este pasaje para calificar a Jesús de cruel, intolerante y ofensivo. Sin embargo, esto no concuerda con el mensaje de amor a toda la humanidad que Jesús predicó continuamente.
Una explicación coherente es que Jesús tenía una misión divina que cumplir: primero debía salvar al pueblo judío. “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Con estas palabras Jesús parece mostrarse duro e inflexible. Cuando la mujer se arrodilla pidiéndole ayuda, Jesús le contesta: “No está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”. Lo más importante es entender el contexto histórico en el que se sitúa esta conversación. Para los judíos las personas cananeas eran consideradas “perros” de forma muy despectiva. Jesús suaviza el término utilizando en su lugar “perrillos”, en mi opinión, para dejar constancia de la situación de desprecio que sufre la mujer cananea por parte del pueblo judío.
Es como si Jesús en un principio decidiese hablar tal y como se esperase que él hablara. (A muchos judíos no les parecía bien que Jesús tratase con igualdad a todas las personas incluyendo a los extranjeros). Pero lo más sorprendente es la reacción insistente de la mujer, aun sabiendo que el pueblo judío odia a los cananeos y que Jesús es el salvador exclusivo del pueblo judío y que con sus palabras Jesús así lo manifiesta, la mujer continúa suplicando. No hay duda de que está convencida de que Jesús le va a ayudar.   
Y de esta manera Jesús consiguió un doble objetivo: que las personas que leamos posteriormente este episodio entendamos la situación marginal que los extranjeros vivían en aquella época respecto al pueblo judío, y hacer reflexionar sobre el hecho de que cualquier persona proceda de donde proceda puede tener una gran fe y por ello ser merecedora de los milagros de Dios.
En realidad el mensaje que transmite este pasaje es el siguiente: aprendamos de la persistencia de esta mujer y de su gran fe en la bondad de Dios hacia todos los seres humanos. ¿Debemos hacer como ella y conformamos con las migajas que Dios nos quiera dar? Así es. No suena bien, porque los seres humanos somos egoístas, queremos ser importantes y poderosos, sentarnos a la mesa como señore/as. Reconocer que nuestra mayor altura está a los pies de Jesús es un paso que es necesario dar. La mujer cananea lo hizo a través de su diálogo sincero con Jesús y recibió su recompensa.  

Jesús deja claro que en la fe está la clave y que cualquier persona proceda de donde proceda puede tenerla. A muchas personas que cura las despide diciendo “vete; tu fe te ha sanado”. Es decir, no es la petición en sí lo que importa, ni que pertenezcan a un grupo social u otro, sino la creencia firme de que Dios les puede ayudar.  Por ejemplo, y en relación a la mujer cananea, cuando Jesús cura a diez leprosos, tan sólo uno de ellos, un samaritano, se postra a sus pies, dándole las gracias. Entonces dice Jesús “¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve ¿Dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero?” Y le dijo: “Levántate, vete, tu fe te ha sanado” (Lucas 17: 17-19). Jesús dice “este extranjero” no de forma peyorativa sino para resaltar el hecho de que  la única persona que le muestra su agradecimiento y devoción ¡es un extranjero! Muchos judíos odiaban a los samaritanos, al igual que a los cananeos, y por supuesto el hecho de que Jesús tratase a menudo con ellos no le daba precisamente buena reputación. En una ocasión un grupo de judíos llama a Jesús samaritano: “¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?” (Juan 8: 48).En el pasaje de la mujer cananea ocurre exactamente lo mismo, Jesús la llama “perrillo” no para despreciarla sino para resaltar la forma en que los judíos denominaban a las personas cananeas y enseñar que siendo esta mujer extranjera, su fe es ejemplar y supera la de muchos judíos por lo que merece ser tratada como una hija más sin distinción ninguna. 

Fuentes: 

Santa Biblia - Nuevo Testamento
http://www.caminando-con-jesus.org/REFLEXION/MUJERQUEGRANDEESTU%20FE.htm