Jesus y mandela/adiós mandela

Por Gusmar Carleix Sosa Crespo @gusmarsosa
No quiero ser otro más escribiendo sobre alguien porque solamente ha muerto, mucho menos repitiendo consignas propagandísticas. Les diré: me aterra Jesús, me siento atraído por lo que representa cuando se le mira desnudo de esa mal llamada espiritualidad que lo sitúa tan lejos de la humanidad y tan por encima de ella; pero me aterra lo que han hecho con él… Debo corregir, me aterra él. Porque la mayoría y la oficialidad en asuntos de Jesús ha decidido que lo que han hecho con él, es él. Así que ya no existe ese Jesús de pies llenos de barro y su túnica sucia por el peregrinaje por callejones tan puercos que no serían transitados hoy por las instituciones que lo nombran Señor y Dueño, nombrándose ellas de esa forma más bien, con una sutilidad diabólica. No existe ya, aunque probablemente nunca existió, pero me gustaba creer que existía al menos mientras me adentraba en la dimensión narrativa de esos evangelios que también han dejado de ser evangelios. Lejos estamos ya de la época que dibujan las narraciones, en las que ese personaje llamado Jesús dice “presente”, pero precisamente son los libros destinados a preservarlo los que nos insinúan el trazo de su mutación. “Jesús, Señor de la creación”, así lo nombran, con la “j” mayúscula, la “s” de señor en mayúscula, pero la “c” de “creación” en minúscula, y con “creación” nos reunieron a nosotros, entonces no es “Señor de la creación” en el sentido de que le pertenece a ella o emerge desde ella, sino que claramente y arbitrariamente se enseñorea para presumir de mayor, necesario y hasta esclavista, pues a su nombre se debe doblar toda rodilla. Nosotros somos los minúsculos frente a una bestia mayúscula, formulada en concilios y trasladada en doctrinas a nuestros tiempos.
He visto cómo mutan los vivos una vez que han muerto, los han hecho consignas de victorias que no ocurren, no ocurrirán y no son necesarias, así quieran vendernos la idea de que sí. Alguien dijo que no se le puede llamar muerto a los que han luchado por la vida, me niego a creer (mierda que me niego) que quien lo dijo se refería a que aquel que luchó pasaba a ser una consigna propagandística y acomodada al servicio de ideologías que se van separando del ideal central de quien luchó. Yo digo que, no se les puede llamar muertos a los que forjaron la vida, porque se les debe llamar por sus nombres, y sus nombres deben hacernos recordar quiénes fueron exactamente y no quiénes son según las malditas instituciones que secuestran a los muertos para burlarse de ellos. Al Jesús también lo hicieron “vencedor de la muerte”, y así un sistema, o más bien un multi-sistema, llamado cristiano pavonea de “vencedor” e intenta embriagar con su ilusión de “puedo hacerte vencer la muerte”. Pero no, Jesús ni siquiera pudo vencer la muerte, y los sistemas cristianos oficiales e institucionales, en su mayoría, son los verdugos victoriosos en el relato de la resurrección. ¿Vencerá algún día Jesús al cristianismo? No es retórica mi pregunta, es utópica. Y corto el asunto, para terminar de decir lo que quiero y darle mi “Adiós a Mandela”.
Fue un placer haber vivido en sus tiempos. Me voy sabiendo que no fue un personaje creado por narradores con ambiciones de preservar y fomentar una ideología. Yo lo vi abrazando a la Cuba jodida, a esa marginada, menospreciada, y en Cuba abrazaba a todos los marginados y menospreciados, a los minúsculos; lo vi en Venezuela, este país con dolores de parto. Lo vi estrechando la mano del enemigo, dando una lección, humillándolo con su paz, con su lealtad a sí mismo y a nadie más. Lo vi dándoles en los huevos a los más machos, esos que siguen viviendo a base de ficciones para cagarse encima del bienestar.  Lo vi demostrando que no es necesario que nos escriban en mayúsculas para enseñorearnos, que ni siquiera es necesario enseñorearnos, lo vi haciéndolos a ellos tan minúsculo como lo fue él hasta su muerte.
Que nadie diga mañana que el negro venció la muerte, o que no dijo adiós sino hasta luego, que nadie venga con discursos sensacionalistas a decir que se levantó al tercer día, solamente para hacer de él una figura de opresión mediante la imposición de necesidades. Que quede claro: murió, fue vencido por la muerte, no hay reencuentro. Que no lo hagan volver para hacerlo consigna y bandera. Él hizo lo que le tocó, y fue mucho. (¡Oh Mandela tan humano y pequeño para que su nombre recorriera cada rincón del mundo en una sola vida!).
Adiós Mandela, porque si vuelves ya no serás el mismo, y no quiero volver a verte. No resucites, no reencarnes, no me esperes en un más allá, no seas un ángel velando por nosotros, tampoco un santo rogando a nuestro favor… ¡Ni se te ocurra ser un dios algún día! Eso sería lo peor que pueda pasarte ahora, negro… Negro de mierda, quédate en tu tumba, deja que te coman los gusanos, que la muerte cante victoria, que su victoria es mucho más generosa que la victoria impuesta a los que mueren luchando por la vida. Adiós Mandela, que no te vuelvo a nombrar, al menos no por mucho tiempo. Tal vez luego, en alguna conversación con mis hijos, o mis nietos, tal vez te nombre para decirles que sí exististe pero moriste, que fuiste un mortal, un negro sin color y de tantos colores a la vez. Prometo no confundirte con esos “Madelas” que ya están nombrando esos malditos zamuros come muertos.Dibujo: Un combattant disparaît/ De Dario Castillejos http://courrierint.com/node/1049658