No pertenezco a la nomenklatura, no recibo remesas, no soy cuentapropista, no trabajo en ninguna firma extranjera ni en el sector turístico, no me dedico a negocios ilegales, por lo que mi fin de año era tan modesto como el de la mayoría de mis paisanos. Pero cuando uno piensa que las cosas no pueden empeorar, llega el Diablo y sopla.
¿Se acuerdan que en posteo anterior hice planes estrictamente domésticos? Já. Mi mamá descargó sus 97 años sobre una pierna dormida; fractura de fémur y operación incluidos, y me convertí en enfermera. Una brevísima estancia entre el 20 y el 24 de diciembre en el hospital ortopédico Fructuoso Rodríguez me hizo comprobar de primera mano las luces y sombras del sistema de salud. Por tres semanas me mudé para la casa de mi mamá. Por ella no se preocupen, está divina, camina desde el día siguiente de la operación y ya sube y baja la escalera de la casa. Todo con supervisión porque estos viejitos que son la candela se creen cosas y cuando vienes a ver regresan al quirófano por hacerse los intrépidos. Yo, el 24 de diciembre me sentí mal y seguí mal toda la semana, pero al tanto de mi mamá en todo porque mi hermana –además- debutó con una crisis hipertensiva y tiene una osteoporosis que no debe levantar ni un cubo de agua y mi sobrina estaba de viaje. Arrastrando los pies y muerta de la fiebre, atendía a mi mamá y arrastrándome volvía a tirarme en la cama. El día 30 mi hijo, preocupadísimo, insistió en llevarme al médico y resultó dengue. Tremenda alarma, no fuera a contagiar a mi mamá, pero sin mosquito no hay contagio, y en casa de mi mamá no hay mosquitos. Con el regreso de mi sobrina de su viaje, volví a mi casa el 14 de enero. ¿Se imaginan una casa con dos varones adultos (e inconscientes) al garete por tres semanas?
En un arrebato (nada que ver con el estado de la casa) me dio por las tijeras. El hipotiroidismo, la menopausia y el tiente rubio, todo mezclado, hicieron de mi pelo una corona opaca sobre una mente brillante. Ahora, además del pelo feo, estoy mal pelada. En el ínterin se me partió una muela y todavía no he podido ir a arreglarla. ¿Más?, sí, más. El refrigerador, ese imprescindible, dejó de enfriar y por 25 cucos, en menos de media hora el mecánico lo destupió y le inyectó gas. A ver quién me gana.
¿Propósitos para este año? Visitar al endocrinólogo, y al dentista y medirme la vista para nuevos cristales. Eso de desear, se lo dejo a ustedes.