Edición: Salamandra, 2012 (publicado por primera vez en 1936)
ISBN: 9788498384222
Páginas: 190
Precio: 15 €
Irène Némirovsky (Kiev, 1903 - Auschwitz, 1942) es la célebre autora de Suite francesa, novela que en 2004 obtuvo una gran acogida en todos los países en los que se publicó. Además, se trata de una obra con una historia impactante a sus espaldas: la autora la guardó en una maleta antes de ser deportada a un campo de concentración, y mucho tiempo después sus hijas lograron que viera la luz. Antes de su trágica muerte en Auschwitz, Némirovsky era una reconocida escritora en Francia: había publicado su primer libro con apenas veinticinco años y contaba con catorce títulos a sus espaldas, a los que luego se sumaron ocho póstumos.
La desesperación de Jezabel
"Vieja y vencida, Gladys aún era hermosa" (pág. 47). Jezabel hace un retrato de una mujer madura, frívola y obsesionada con ser amada que es acusada de asesinar a su joven amante. La novela arranca con la escena del juicio en la que la acusada, Gladys Eysenach, pide que la condenen porque ha cometido un acto terrible; aun así, el proceso no es claro porque sus defensores intentan venderla como la víctima de un acosador y sus detractores como una dama malvada. El litigio, que se alarga cincuenta páginas, es un momento de gran interés: no solo importa lo que dicen los testigos, sino, sobre todo, lo que dejan entrever con sus gestos; otra muestra de la brillantez de Némirovsky para plasmar con sutileza la personalidad del ser humano. Además, el conjunto se completa con los comentarios de los asistentes al pleito, un detalle que da mucha viveza al capítulo.
Como se olvida a los actores cuando la obra ha acabado, nadie se acordaba ya de Gladys Eysenach. Ahora su papel había terminado. A la postre, había sido banal. Un crimen pasional, un castigo moderado... ¿Qué sería de ella? A nadie le importaba su futuro ni su pasado. (pág. 46)
En este contexto surge uno de los temas recurrentes de la autora (basado en su propia experiencia): la madre fría y superficial. Gladys tiene una hija, Marie-Therèse, pero nunca la ha tratado con normalidad y a medida que crece su presencia le recuerda que ella también se está haciendo mayor. Con este planteamiento, Némirovsky explota el potencial de la protagonista y hace una caracterización soberbia; aunque resulte difícil sentir empatía hacia Gladys, he llegado a sentir su desesperación y sus miedos, me la he creído desde las primeras líneas. Es más: de los cuatro libros de la autora que he leído hasta ahora, Gladys me parece uno de los personajes más memorables. Además, a diferencia deEl vino de la soledad y El baile, donde también plasma esta confrontación entre madre e hija, en esta ocasión la protagonista no es la segunda (encarnada en la propia Némirovsky), sino que el peso lo lleva la madre. Quizá esto se debe al hecho de que Jezabel es posterior a los dos libros citados y la autora deseaba dar un nuevo enfoque al asunto, idea que aplaudo.
"La felicidad es esto", se dijo, y no retiró la mano. Pero su fina nariz se agitó imperceptiblemente y su rostro, tan joven, se transformó de pronto en el de una mujer, astuto, ávido y cruel. Qué grato era ver un hombre a sus pies... ¿Qué había en el mundo mejor que el nacimiento de ese poder de mujer? Eso era lo que esperaba, lo que llevaba días presintiendo... El placer, el baile, el éxito no eran nada, palidecían ante aquella intensa sensación, ante aquella especie de mordedura interior. "¿El amor? -pensó-. ¡Oh, no! El placer, casi sacrílego, de ser amada..." (pág. 58).
Por otro lado, Jezabel abarca desde los años previos a la Primera Guerra Mundial al periodo de entreguerras. Aunque solo sea como telón de fondo, se dejan caer buenos detalles sobre la ambientación y el cambio de mentalidad que se produjo en la sociedad después del conflicto armado (perspectiva que tiene doble interés porque está escrita por alguien que fue testimonio directo de esta época). A propósito de la recreación, diría que de las cuatro novelas de Némirovksy que he leído hasta ahora (El ardor de la sangre, El vino de la soledad, Los perros y los lobos y Jezabel), esta es la más cosmopolita: la acción principal se desarrolla en París, típico de la autora, pero Gladys también pasa por Inglaterra y se deja caer que ha visitado muchas ciudades, entre ellas Madrid. Me alegra comprobar que puedo observar pequeñas novedades en la obra de una escritora a la que admiro tanto.
Leer a Irène Némirovsky: una gran experiencia
Cuando pienso en Némirovsky me vienen a la mente palabras como elegante, brillante, precisa, profunda, dramática, intensa. Todos estos adjetivos se pueden aplicar a Jezabel: se trata de una novela escrita con buen gusto en la que el sello personal de la autora se palpa desde las primeras páginas. Está narrada en tercera persona, tiene unos diálogos espléndidos (destaco los de Gladys con su hija) y los pensamientos obsesivos de la protagonista se plasman con mucha viveza. Los capítulos son breves y el ritmo resulta bastante ágil, me ha resultado más fácil de leer queEl vino de la soledad (la que hasta ahora me parece su obra más densa, en gran medida porque se considera su libro más autobiográfico y su contenido es muy duro).
No hace falta que diga que conecto de maravilla con el estilo de Némirovsky. Me gustan las situaciones de las que habla, su profundidad a la hora de plasmar los sentimientos y, por supuesto, las cualidades de su gran prosa, esa capacidad para decir mucho con muy poco que tanto se echa de menos en la narrativa actual (por aquello de que abundan los ladrillos). En estos momentos es la escritora que me tiene más fascinada, y con Jezabel me ha vuelto a cautivar.
"Algún día la guerra acabará y todo volverá a ser tan alegre y encantador como antaño, y yo... ¡Oh! ¿Cómo lo soportaré? ¿Cómo he podido vivir sabiendo que un día envejecería? [...] Quiero una vida que valga la pena vivir, si no ¿para qué? ¿Qué me dará la vida cuando ya no consiga gustar a nadie? ¿En qué me convertiré? Seré una vieja pintarrajeada, me pagaré amantes... ¡Oh, qué horror, qué horror! Más vale atarse una piedra al cuello y arrojarse al mar..." (pág. 119-120).
En conclusión, leed a Némirovsky si todavía no lo habéis hecho; y si ya la conocéis, seguid leyéndola. En esta ocasión hace un retrato de un personaje narcisista que esconde un terrible secreto, un marco que le sirve para hablar del deseo de la eterna juventud; pero en realidad cualquier título es bueno para acercarse a su obra. La considero una autora de lectura obligada para los amantes de la buena literatura; aun así, incluso los que estéis acostumbrados a la narrativa comercial podéis disfrutarla por su fluidez. Además, sus libros suelen ser breves, de modo que si no os convencen al menos no perderéis mucho tiempo en ellos. Pero os gustarán, estoy segura.