Iba con cierta prevención, lo confieso, porque en más de una ocasión me he encontrado con montajes de este tipo donde la juventud de sus protagonistas es su único argumento; es decir, donde la historia, el conflicto, quedan en un segundo o tercer plano ante el lenguaje «joven», el vestuario «joven», la situación «joven» y la problemática «joven» (que a menudo es más antigua que el hilo negro, como decia mi amiga Carmela). Se consiguen así espectáculos pretendidamente rompedores y provocadores pero que no dejan de ser muy aburridos, y descuidados en la interpretación.
No es el caso de «Jo mai» («Yo nunca»), un espectáculo intenso y energético, emotivo, con personajes de carne y hueso, marginales y desclasados, pero cercanos, al igual que sus conflictos. Cuenta una historia de amistad y fascinación, de derrota, de sacrificio, de amor, de abandono, de frustración, de maltrato... Sus desgarrados protagonistas presentan, prematuramente, el ánimo derrotado, arrastran sus almas jóvenes mientras tratan de sobrevivir en una permanente cuesta arriba.
Me interesó la estructura del espectáculo, que arranca con el desenlace de la historia, aunque -y es un mal habitual en el teatro joven- tiene momentos de «intensidad» perfectamente prescindibles que, por fortuna, no son muchos. Los actores miran a los ojos a los espectadores, aunque no sean ellos sus interlocutores, y eso añade verdad al dramático relato, salpicado por la estridente música, que permite a la función un desahogo que también encuentra en los escasos momentos de humor.
«Jo mai» es una función eléctrica, con una vibrante interpretación en la que destacan los muy distintos trabajos de Oriol Pla, un actor espumoso y brillante, Álex Monner y Marcel Borrás.