La pareja española salió segunda y paró el crono en 1:21.76, llegando a alcanzar un pico de velocidad de 120,7 Km/h. Mejoraba el tiempo de la anterior, que a la postre acabaría segunda (Haraus-Hudick), pero por delante quedaban nueve rivales por competir. Algo menos de un cuarto de hora de espera pero que se les hizo eterno. "Hemos sufrido mucho. No sé quién lo ha pasado peor si Miguel, que me iba narrando todo, o yo", decía Santacana sonriendo."La competición es un juego y tienes que arriesgarte. Nosotros lo hemos hecho. La pista es complicada, hay partes en las que me pierdo completamente porque hay unos cambios de terreno muy grandes donde te despegas y saltas", explicaba Jon con tranquilidad, sin ser aún consciente de la dimensión de lo logrado.
"Yo no me lo podía creer", apuntaba Miguel visiblemente emocionado. Las lágrimas de sus ojos no podían ocultar la felicidad después de meses de sufrimiento en los que ha vivido la pesadilla de Jon muy de cerca."Ni en el mejor de los guiones podíamos pensar esto. En el descenso habíamos trabajado mucho y muy bien en los últimos años pero tampoco teníamos muy claro el estado de forma en el que estábamos. Los dos estábamos un poquito tensos, con ese gusanillo en el estómago. Sacábamos 30 centésimas al segundo y pensábamos que ese tiempo no nos iba a valer para el oro. Pero ha sido espectacular", añadía el esquiador aragonés.De hecho, esa tensión fue la culpable de que apenas hayan podido pegar ojo esta noche.
Se plantearon dejar las pruebas de velocidad hace ocho años
Quién diría que hace ocho años se plantearon dejar de competir en velocidad por lo mal que lo pasaba Jon bajando cuando no tenían el bluetooth.
"Hace ocho años llegábamos en las carreras de velocidad prácticamente los últimos""No teníamos un sistema que diera seguridad a Jon y llegábamos en las carreras prácticamente últimos. Empezamos a hacer un trabajo desde la base, encontramos nuevos sistemas para guiar y códigos que le fueran dando seguridad a Jon", recuerda Miguel, cuya labor es fundamental en la pista. Es los ojos de Jon, el que le va avisando con frases muy cortas y precisas de lo que espera al guipuzcoano en la pista.Llevan doce años juntos y esa complicidad y experiencia es la que les ha llevado hoy a lo más alto. Habiendo esquiado apenas un mes y medio y habiendo competido sólo en una prueba de Copa del mundo antes de Sochi, pensar en una medalla de oro para cualquier otra pareja sería imposible. Con ellos, no.Se confirman, además, como la pareja más rápida del circuito. Hace cuatro años en Vancouver, ya subiron a lo más alto del podio en descenso y el año pasado en el Mundial celebrado en La Molina. Pero esta medalla, "por todo lo que ha pasado en los últimos meses quizás sí sea más especial". Una medalla, por cierto, que ambos quisieron dedicar a sus familias y a toda la gente que ha estado apoyándoles y cuidándoles estos meses.
Gorce y Ferrer acaban séptimos
Por su parte, la otra pareja española que competía en la misma prueba acabó en la séptima posición. Gabriel Gorce y su guía Arnau Ferrer marcaron un tiempo de 1:24.59. Eran los segundos Juegos del madrileño, los primeros de su guía.
"El descenso te da sensaciones muy fuertes. Me he sentido muy concentrado pero también un poco descontrolado con la velocidad. Estoy satisfecho porque lo he dado todo pero podemos mejorar. Con el tiempo y la experiencia lo conseguiremos y quedan cuatro pruebas", dijo al acabar la prueba Gorce."Te queda un sabor un poco agridulce porque ha sido de las mejores bajadas que hemos hecho desde que estamos aquí. Nos hemos quedado a poco del podio", añadía Arnau.
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