Un individuo que lo mismo dice que actuó movido por la pena que afirma sentirse Dios ejecutando a sus víctimas. Un ángel de la muerte que comenzó a eliminar a las ancianas con un cóctel letal de pastillas machacadas, hasta que un buen día lo sustituyó por jeringuillas con lejía y líquido desincrustante.
Vivía en Castellflorit de la Roca, un pueblo de Girona, en la misma localidad que sus padres Encarnación y Ramón. Eran una familia modesta que trabajaron en una fábrica de la misma población hasta que se cerró.
Joan había tenido muchos problemas a lo largo de su vida, debido a que tenía poca autoestima, problemas de identidad sexual, sufría crisis de pánico, era influenciable, se obsesionaba por las cosas, no había tenido nunca ninguna relación sentimental, era inestable laboralmente, comía de manera compulsiva, había tenido varios fracasos en su vida, le preocupaba mucho lo que los demás pudieran pensar de él y le obsesionaba el hecho que la gente viera que le temblaban y le sudaban las manos, según afirman varios psiquiatras y psicólogos a los que acudió.
En 2009, empezó a sentirse irritado, discutiendo en alguna ocasión con alguno de sus compañeros de trabajo, en esta fecha, según confesó ante el juez, ya había asesinado a Rosa Babures y a Francisca Matilde.
Vila, utilizó un cóctel de barbitúricos, para matar a seis de sus víctimas, e inyecciones de insulina, en dos. Aunque según el informe forense de los ocho casos sospechosos, en cuatro hay indicios de que murieron intoxicados con algún producto abrasivo, pero para saber exactamente de que fallecieron aun tendremos que esperar…
También obligo a tres ancianas inmovilizadas, a ingerir sin su consentimiento productos cáusticos.
Hace poco confesó que en 2009, había ayudado a morir a Francisca Matilde Fiol, de 88 años, administrándole insulina, la hija de esta, contó a los mossos, que el día que su madre falleció vio como le salía un líquido transparente maloliente de la boca.
Lo que desenmascaró a este presunto asesino, fue la muerte de Paquita Gironès, de 85 años, ya que el pasado 17 de octubre, esta fue derivada al hospital Sant Jaume, debido a que los médicos del centro, vieron que la mujer tenía varias quemaduras en las vías respiratorias, en el esófago y la boca. Cabe mencionar que Joan en todo momento no quería que la derivaran al hospital.
Los médicos alarmaron que la muerte de la víctima no era natura, los Mossos al ver que la mujer estaba imposibilitada, descartaron el suicidio, así que tenia que ser alguien de la residencia que la había matado.
Al día siguiente los Mossos d’Esquadra interrogaron a todos los trabajadores de la residencia, e observaron las grabaciones de las 28 cámaras de seguridad.
En una de las cámaras vieron cómo el celador entraba en el cuarto de la limpieza a las 20.43 y cerraba la puerta mirando hacia todos sitios, al cabo de un minuto aproximadamente salía e iba a la habitación donde dormía Paquita Gironès. Cinco minutos después salía de la habitación y al cabo de 10 minutos una auxiliar de geriatría descubría la víctima agonizando.
Al dia siguiente la sobrina de Sabina Masllorens, se puso en contacto con los Mossos, para informarles que su tía, quien también había estado en esa residencia, en el momento de fallecer, tenía unas extrañas marcas moradas en la cara.
Los mossos preguntaron a Vila por la muerte de Masllorens. El celador confesó en ese momento que también la había matado.
Horas más tarde, ante el juez, confesó el asesinato de Montserrat Guillamet. La mató cuatro días después de haber acabado con Masllorens y un día antes del asesinato de Gironès .
Antes de fallecer en el hospital de Olot, Guillamet intentó quitarse varias veces la mascarilla de oxígeno, pero sus hijos se lo impidieron. Hoy se preguntan si aquel acto desesperado de la mujer minutos antes de morir era para explicarle que Vila le había obligado a beber lejía.
El abogado del celador, ha pedido al juez que los peritos psiquiátricos examinen a su cliente, mientras tanto el grupo de Homicidios de la Unidad Territorial de Investigación sigue investigando el caso.
Durante el tiempo en que Vila trabajó en el geriátrico fallecieron 59 personas. Casi la mitad, con él de guardia. Una treintena de muertos sobre los que ahora se cierne la oscura sombra del ángel negro de Olot.
Fuente: El pais.com