Cuando eres niño te da miedo recorrer el pasillo de casa a oscuras por si hay fantasmas durante el camino. Hay que encender todas las luces, hacer ruido y hablar alto para espantar lo que quiera que habite en nuestra cabeza. O cantar, como Sabina, en su feliz y decidido regreso a la oscuridad del WiZink Center para expulsar de su vida a los fantasmas que le empujaron para que diera el paso en falso que le tiró del escenario y le mandó en camilla directo al hospital hace ahora tres años.
Volver al lugar de los hechos para superar lo que nos dejó maltrechos. Eso hizo Joaquín en la noche de este 23 de mayo de 2023, 39 meses y algunos días después de despeñarse el 10 de febrero de 2020. De ahí el runrún previo durante la espera entre propios (los suyos, sus músicos, que así lo confesaron antes del concierto) y extraños (el público, que se congrega para asistir en vivo al ajuste de cuentas). Porque es un recinto, por cierto, donde se quedó totalmente mudo en 16 de junio de 2018, lo que le obligó a dejar el escenario y cancelar su gira de aquel año dos días después. Lo que viene siendo mal rollo con el lugar, en definitiva.
"¡Por fin, carajo!"
"Buenas noches, muchas gracias por venir. ¡Por fin, carajo!" Ovación, aplausos, vítores y aullidos. "Han sido unos años un poco durillos, para que nos vamos a engañar". Sonrisas y risas ahora que se ven más lejos los malos tiempos pues, no olvidemos, a los pocos días de salir el hospital, nos vimos todos en confinamiento forzoso en marzo de 2020. Una temporada complicada que, en el caso de Joaquín Sabina, encadenaba infortunios mientras la angustia se redoblaba. "He estado a palo seco un tiempo. ¡Pero hoy estoy aquí! Como el fugitivo que celebra el milagro de estar vivo en el mismo escenario de Madrid". Más aplausos y la velada encarrilada tras solo una canción a ritmo de blues rock: 'Cuando era más joven'.
Comenzaba así una velada emocionante de reencuentro largamente esperado con 12.000 asistentes que llenaron a rebosar el WiZink Center en la primera de las cuatro fechas del jienense en la capital (la segunda este jueves 25 de mayo y las otras dos, las últimas de la gira, en diciembre). Queda mucha velada, hasta la veintena de canciones y las dos horas de duración, pero ya está claro que nada va a salir mal. Una vez admitido el temor a la oscuridad nada más empezar, se establece una complicidad que llevará en volandas a Joaquín hasta el final.
Una velada de sonrisas
Por eso no deja de sonreír y se siente evidentemente cómodo mientras la maquinaria coge velocidad con 'Sintiéndolo mucho', 'Lo niego todo', 'Mentiras piadosas' o 'Lágrimas de mármol'. Esta última con ese grito de guerra que cobra esta noche todo el sentido: Superviviente, sí, ¡maldita sea! Tras el apretón inicial, menos revoluciones 'Cuando aprieta el frío' y homenaje a Chavela Vargas coreando 'Por el bulevar de los sueños rotos'. Luego 'Llueve sobre mojado', el jefe presenta a la banda y se marcha a descansar un rato.
Tras haber pasado prácticamente todo el tiempo cantando sentado en un taburete, esta retirada temporal nos recuerda que Sabina tiene ya 74 años y que necesita sus descansos. No hace falta que haga gran cosa para que su carisma brille, es algo inherente que muy pocos tienen y, además, huelga decirlo, cumple vocalmente mucho mejor de lo que los más agoreros apostaron. La gira se llama 'Contra todo pronóstico' porque Joaquín no esperaba volver a los escenarios tras estos años de infortunio, por lo que su sola presencia es, a su manera, una burla a todos los que apostaron contra él. Apostaron para perder.
"Por fin hemos conseguido romper el maleficio"
Mientras él descansa, todo el protagonismo es para Mara Barros cantando 'Yo quiero ser una chica Almodóvar' y a Antonio García de Diego en 'La canción más hermosa del mundo'. Es un interludio comprensible que desconecta ligeramente al público, que vuelve a enchufarse con aún más energía cuando reaparece Sabina, ya sabiéndose a salvo de fantasmas. "Por fin hemos conseguido romper el maleficio y cantar aquí con todos ustedes. Hoy, aquí y con ustedes, no me cambio por nadie", dice antes de la confesional 'Tan joven y tan viejo', 'A la orilla de la chimenea' y 'Una canción para la Magdalena'.
Un tramo de cierto recogimiento justo antes de soltar las riendas de la velada con '19 días y 500 noches', 'Peces de ciudad', 'Y sin embargo' (con homenaje a la copla en 'Y sin embargo te quiero' con una Mara Barros esplendorosa) y el huracán desatado de rock de estadio que siempre es 'Princesa'. Aún queda mucho rocanrol en las venas con Sabina, princesa. Más aún con esta banda que le arropa, le protege, le levanta en volandas y que sería capaz de conseguir que hiciera la voltereta lateral si así lo pidiese. Se nota la edad, solo faltaba. Se te nota a ti también, eh, que tienes treinta menos que él. Pero ahí está, aquí estamos. Vivimos y vinimos para celebrarlo.
Karaoke de himnos consecutivos
Nos acercamos a las dos horas y hay tiempo para un bis que remate la faena. Primero, con El caso de la rubia platino cantada por el guitarrista Jaime Asúa, otro capote para Sabina. Y después, karaoke colectivo y multitudinario encadenando tres himnos consecutivos: 'Contigo', 'Noches de boda', 'Y nos dieron las diez'. Los grupos de amigos se abrazan coreando juntos como si no hubiera mañana porque, de hecho, en este momento no lo hay, solo importa el ahora al que le queda una última copla.
'Pastillas para no soñar', con su algazara trotona desencadenada y las luces del pabellón completamente encendidas, es el jovial final. Aplausos y más aplausos, caras de felicidad, orgullo y satisfacción. El WiZink Center ha quedado exorcizado y ha sido reconquistado. A la emoción del momento se suma la sensación generalizada de que, aunque no haya sido así anunciada, es probable que estemos asistiendo a una gira de despedida. Muchos repetirán en los conciertos que quedan este año por España y América, seguramente también en diciembre en Madrid, pero otros muchos están diciendo adiós a una parte de sus vidas. Con una mezcla de alegría y melancolía, como una buena canción de Sabina.