Jochen Rindt, una leyenda de la Fórmula 1.

Publicado el 06 septiembre 2015 por Hugo Rep @HugoRep

Minuto veinticuatro segundos seiscientas setenta milésimas. Allí clavó ayer el cronómetro el campeón mundial de Fórmula 1 , Lewis Hamilton, tras cumplir la vuelta más veloz en el mítico circuito de Monza, que ya lleva más de 90 años de coqueteo con la velocidad, el peligro y la tragedia, en los primeros entrenamientos válidos para un nuevo Grand Prix de Italia.

Minuto veintitrés segundos era el tiempo que, 45 años atrás, el líder del Mundial, el austríaco Jochen Rindt, pensaba que se podía marcar en la tanda de clasificación. Rindt sabía de qué hablaba. Una victoria en Monza lo consagraría automáticamente campeón mundial mientras que su gran rival, Jack Brabham, no superara el quinto puesto.

El austríaco conducía el mejor coche de 1970, el Lotus 72, un portento aerodinámico que, según su piloto, en ocasiones "hasta un mono podría ganar con él". En las pruebas había constatado que quitándole los alerones, podía ganar hasta 800 rpm adicionales y que, con la marcha más alta, podía rozar los 330 km/h de velocidad final. Con un motor especial reservado para la clasificación definitiva, el sábado 5 de setiembre -hace hoy 45 años-, calculaba sacarle un segundo de ventaja a las Ferrari (Ayer, con su 1m24s670, Hamilton superó por casi ocho décimas de segundo a la Ferrari de Sebastian Vettel.) y así lo aseguró en la cena de la noche anterior con el equipo.

En el reciente receso de la Fórmula 1, antes del Grand Prix de Bélgica que venciera Hamilton, el sitio oficial de la categoría publicó una serie de historias sobre los equipos ideales de determinados personajes. A muchos les sorprendió gratamente que Bernie Ecclestone, el Zar de la F-1, incluyera en su Dream Team al español Fernando Alonso como uno de sus pilotos, pero pasaron por alto la nominación de Rindt como el otro integrante de su escuadra ideal. En 1970, el creador de la F-1 moderna era apenas el representante del austríaco, un ex aspirante a corredor que mostraba su astucia en los negocios. Ecclestone estuvo ese fin de semana en Monza, lo mismo que Peter Warr, el team manager de Lotus, que en sus memorias publicadas en 2012 recordó que, en aquella cena del sábado, Rindt confió sus planes para anunciar el retiro apenas se asegurara la conquista del certamen.

Con ese objetivo, el austríaco preparó especialmente su auto para dar una vuelta muy rápida el sábado y adueñarse de la pole-position. Pero no tuvo en cuenta detalles, que transformaron su Lotus en una trampa mortal.

Aquel Monza sin chicanas era un circuito de casi 250 km/h de promedio en el que, salvo un par de curvas, se giraba permanentemente a la derecha. Por lo tanto, Rindt calzó gomas duras a la izquierda y blandas a la derecha, sin tener en cuenta que el compuesto duro tardaba entre siete y ocho minutos para alcanzar la temperatura de trabajo ideal. El Lotus siempre llevaba más peso sobre el tren trasero que sus rivales y sin alerón posterior, ni modificaciones en el balance de los frenos ni alteración en la altura al piso, había quedado desbalanceado.

"Es difícil de imaginar una puesta a punto menos estable - escribió Warr en esas memorias- Aún así Jochen se creía capaz de manejarlo. Aunque en su cuarta vuelta ya giraba en 1m26, pero sin la suficiente cantidad de giros para que las gomas duras alcanzaran el estado adecuado, encaró la frenada de la curva Parabólica en su quinta vuelta".

En esas condiciones inestables, al frenar el Lotus tiró a desplazarse hacia la derecha, a causa de las gomas más blandas; Rindt corrigió y el auto cruzó la pista hacia la derecha, clavándose contra el guard-rail. Que el austríaco se negara siempre a abrocharse el punto de sujeción inferior del cinturón de seguridad le resultó fatal. La mecánica posterior del accidente es lo suficientemente horrible como para ignorarla aquí.

El primero en llegar al lugar del desastre fue Ecclestone. El recogió el casco blanco y un zapato. Los italianos pronunciaron muerto a Rindt una vez que el cuerpo abandonó el circuito, lo mismo que sucedió con Ayrton Senna en Imola casi un cuarto de siglo más tarde. Pero quedan pocas dudas de que ambos murieron prácticamente en el acto. "De 15 a 30 segundos después del impacto" asegura Warr.

Había acumulado suficiente ventaja como para que, una carrera antes del final del torneo, ningún rival hubiera podido alcanzarlo en lo alto de la tabla de posiciones. Un mes después, el 4 de octubre, el triunfo en el GP de los Estados Unidos de Emerson Fittipaldi, quien ocupó la vacante en Lotus, implicó automáticamente que Jochen Rindt quedara consagrado como campeón del mundo de Fórmula 1. Nunca más tuvo la categoría un monarca post-mortem.

Ecclestone jamás olvidó a su piloto ni a su particular herencia. "Con los recursos médicos que tenemos hoy, pudo haber tenido una mejor chance de sobrevivir", ha dicho en más de una ocasión. Durante años empleó a Natasha Rindt, la hija de Jochen, como piloto de su jet privado y en la organización de la F-1.

Esta historia tiene una posdata. A un campeón alemán, muy obsesionado por los títulos mundiales pero poco por la historia del deporte, le presentaron a Natasha explicándole quién era. "Ah, muy bien" dijo el campeón, antes de preguntar: "¿y a qué se dedica tu padre ahora?".

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