La naturaleza humana más elemental y transparente, sale retratada en esta historia de búsqueda de la creación literaria, pero también del amor, la pasión, el odio o la autodestrucción, porque Bandini busca el cielo a través de la escritura, y sale a la calle a buscar el infierno, pero no el de los demás, sino el propio, como si fuera un animal que excava en la tierra para enterrar en ella sus excrementos. Sus obsesiones y la dualidad amor-odio que se profesa y con la que castiga a los demás, es parcialmente atenuada por los reflejos de la religión a la que se adhiere cada vez que tiene que redimirse de sus pecados; un matiz que no nos pasa desapercibido, como tampoco lo hace el sarcasmo y la ironía de muchas frases y fases del relato, que transcurre en buena parte en la soledad más absoluta del protagonista. Esa soledad autoimpuesta como mejor forma de llegar al éxito, junto con el laberíntico universo de Bandini, es lo que ha hecho que siempre se le haya comparado a John Fante con Knut Hamsun, sin caer en el análisis que dicha comparación supone. El lirismo desesperado y poético del individuo que protagoniza las páginas de Hambre de Hamsun, es el de un hombre anónimo del que tan siquiera conocemos su nombre ni su familia, y en esa absoluta falta de referencias, sólo sabemos que ha proyectado una ruta propia hacia el abismo más absoluto, donde la escritura sólo es un medio de vida que poco a poco dejará de servirle. Sin embargo, en Pregúntale al polvo, la soledad de Bandini no es completa, y el protagonista sí quiere encontrar una ruta que le lleve al éxito, aunque para ello tenga que tirarse a la calle a vivir experiencias que por sí mismo no es capaz de crear o simplemente desconoce. En las frases de Fante sí existe la épica, pero en ningún caso alcanzan el nivel y la gloria de la prosa poética del Premio Nobel Knut Hamsun que dota a su personaje de unos matices más puramente existencialistas.
En definitiva, Pregúntale al polvo es un magnífico ejemplo de una escuela de escritores que se inició con el propio Fante, y en cuya nómina podríamos añadir nombres como Bukowski, Carver, y por qué no, Kerouac, Burroughs o Ginsberg.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.