Así comenzaba la leyenda del estadounidense Johnny Cash, icono imperecedero del country, del rock y de la historia musical contemporánea. Un artista único, que ha pasado toda su carrera amparado en la soledad de la carretera, sin más compañía que su guitarra y un talento innato para componer canciones.
Johnny Cash nace en Kingsland (Arkansas) en el seno de una humilde familia en 1932. Desde muy pequeño tuvo que trabajar en los campos de algodón, realizando largas e intensivas jornadas, provocadas por la Gran Depresión económica que reinaba en aquellos tiempos. Y fue en esta época, cuando empieza a interesarse por géneros como el folk, el góspel y principalmente por el country, estilo que lo convertiría en inconfundible durante gran parte de su longeva trayectoria.
En 1954, lo contrata la Sun Records, propiedad de Sam Phillips, el descubridor de mitos como Elvis Presley o Jerry Lee Lewis. Johnny Cash publica “Hey” y “Cry, Cry, Cry”, a su vez, viaja al lado de Elvis Presley, obteniendo una elevada popularidad. Seguidamente, vería la luz otro de sus clásicos “Folsom Prisom Blues”. En 1959, se edita el álbum “The Fabulous Johnny Cash”, con el que llega a vender más de un millón de copias. En la década de los sesenta tiene lugar su particular calvario: una fuerte adicción a las anfetaminas, que tomaba en grandes dosis para poder resistir sus interminables giras. Finalmente, lograría superar su dependencia.
Por supuesto, que una mención honorífica merecen los músicos que participaron en este espléndido “At San Quentin”: Johnny Cash (guitarra acústica y voz), Marshall Grant (bajo), Carl Perkins y Bob Wootton (guitarras eléctricas), W.S. Holland (batería), Carter Family (voces, guitarras), The Statler Brothers (voces), y la mujer de Cash, June Carter Cash (voz).
Como no podía ser de otra manera, el legendario concierto abre con su clásica frase << Hello, I’m Johnny Cash>> (Hola, soy Johnny Cash). El repertorio de canciones, ya forma parte del patrimonio cultural de la humanidad, como los hits “I Walk The Line”, el “Wanted Man” de Bob Dylan, “Orange Blossom Special”, “Peace in the Valley” o el magnífico “Folsom Prison Blues”.
Otras canciones históricas compuestas para el evento fueron “A Boy Named Sue” y “San Quentin”, esta última todo un punto álgido del show y un momento de sobre excitación por parte de los reclusos, ya que se identificaron con el tema. Según las propias palabras de Cash: “los internos se subieron a las mesas y las golpeaban con los pies. Querían que la volviese a cantar y lo hice inmediatamente. Todos pasamos un mal rato, porque hubo instantes de excesivo entusiasmo”.
Johnny Cash siempre ha sido un músico con una especial sensibilidad ante los colectivos con mayor riesgo de exclusión social. Invirtió una buena parte de sus ganancias en apoyar a centros de disminuidos psíquicos, mujeres maltratadas o asociaciones de enfermos de cáncer.
Y así concluye esta imprescindible obra musical del gran Johnny Cash. Quizás, su nombre no diga nada a las actuales generaciones. Pero llegará un momento en el que tengan que abrir el libro del tiempo y rápidamente se darán cuenta, de que se encuentran ante uno de los músicos más importantes que ha dado el siglo XX.
Desafortunadamente en 2003, Johnny Cash fallecía en un hospital de Nashville, la capital de la música country, debido a complicaciones derivadas de la diabetes que padecía. Pero se le recordará eternamente, por su genial música y también por su generosidad y calidad humana. Se arrastró por medio mundo durante más de cincuenta años, situándose como un luchador incansable y un fiel activista en favor de los derechos de los nativos americanos y los presos.
Siempre vestido de negro, alegró los corazones de aquellos sujetos con cadenas y candados, haciéndoles saber, que desde sus jaulas podrían volar juntos también. Al menos durante unas horas, les hizo sentirse libres.