Jolla no garantiza el reembolso de las 21 mil tablets que no pudo fabricar

Publicado el 31 enero 2016 por Moktar

Lo malo de invertir en un proyecto de Kickstarter o Indiegogo es que las cosas podrían salir de dos maneras: 1) o recibes tu producto sin ningún problema o 2) podrías no ver nunca ni el producto ni el dinero. Es lógico que suceda, las plataformas de recaudación no son tiendas, sino que en ellas inviertes en una compañía nueva, lo cual siempre es un riesgo por más buenas intenciones que haya.

De Jolla, la start-up finlandesa detrás del proyecto Sailfish OS, ya hemos hablado mucho: de cómo hace unos meses enfrentaban la desaparición y cómo hace poco habían logrado salvarse gracias a una inyección de capital. El problema es que tienen 21 mil tablets que nunca se fabricaron y que no podrán reembolsar. Según anuncia Jolla, están a punto de embarcar unas últimas 540 unidades, pero no pueden garantizar las restantes.

¿Cómo se originó todo esto? Debajo lo explicaremos, con una genial cita de un viejo barbudo apodado Eye del Cul:

En septiembre de 1939, la Alemania nazi invadió Polonia. Fue una victoria mucho más fácil de lo esperado, así que Hitler, crecido, decidió darle una lección a Francia. Algunos generales prudentes se opusieron, dado que los franceses parecían bastante fuertes sobre el papel; pero de todos modos el plan siguió adelante y los alemanes lograron otro triunfo espectacular. El Führer se creía invencible. Y, perdida ya toda visión realista de sus propias fuerzas, a continuación atacó a la URSS... Todos sabemos cómo acabó aquello: con los rusos conquistando Berlín unos años después.
¿Moraleja? Por esas ironías de la vida, el éxito alimenta la insensatez, y resulta a menudo más peligroso que el fracaso.

¿Tiene esto algo que ver Jolla? Sí. Remontémonos al pasado: verán, Jolla empezó sus días como una pequeña empresa conformada por ex-empleados de Nokia. En aquél entonces Nokia había decidido mandar Meego al demonio y apostar por Windows Phone -una decisión que más adelante les costaría muy caro-, así que Jolla decidió retomar Meego bajo el nombre de Sailfish OS.

Tiempo después decidieron que necesitaban presentar su trabajo al mundo, así que armaron una campaña de recaudación de fondos para construir el Jolla Phone, campaña que resultó ser todo un éxito. El software, es decir Sailfish OS, aunque muy capaz, estaba muy verde aún, pero todo salió como se esperaba, sin casi ningún contratiempo.

Como la primera campaña de financiación les salió bastante bien decidieron irse a por una segunda. Lo más indicado hubiera sido construir un segundo telefono, ¿verdad? Pero Jolla tenía un ambicioso plan en mente: una tablet. Sailfish OS fue diseñado y concebido originalmente como un sistema para teléfonos, así que adaptar el software para tabletas debía ser una tarea harto ingente, sobretodo para una empresa recién formada y tan pequeña como Jolla.

La campaña de financiación en Indiegogo para la Jolla Tablet salió bastante bien, recaudaron bastante dinero y lo único que tenían que hacer era rediseñar Sailfish OS para que sea usable en tablets -repito, en ese entonces Jolla era sola una compañía minúscula-. Los contratiempos no se hicieron esperar y pronto el costo de desarrollar el software para la Jolla Tablet llegó a costar más que la fabricación de las tabletas y eventualmente Jolla se quedó sin dinero.

No habiendo dinero para pagar a sus empleados, mucho menos había dinero para fabricar tabletas cuyo desarrollo estaba aún mitad de camino, así que la Jolla Tablet se volvió a retrasar, no sin antes despedir a más del 50% de su fuerza laboral. La situación era tan crítica para Jolla en 2015 que esta tuvo desesperadamente que anunciar que si no conseguían capital hasta fin de año entrarían en bancarrota.

Cegada por el éxito de su primera campaña de recaudación, Jolla subestimó la tarea de reescribir Sailfish OS para tabletas y tenía que entregar más de 21 mil tablets que no se habían fabricado aún, además de eso, tampoco tenían dinero para sobrevivir al año. Y tuvo su segunda oportunidad: en diciembre recibieron una inyección de capital que les salvó el cuello, pero ya sabemos como son los inversionistas, ellos nunca piensan hacia atrás, sino hacia delante.