Jon Lee Anderson.La herencia colonial y otras maldiciones.Crónicas de África. Traducción de María Tabuyo y Agustín López.Sexto Piso. Barcelona, 2012.
En el volumen La herencia colonial y otras maldiciones, que publica Sexto Piso con traducción de María Tabuyo y Agustín López, se recogen varias crónicas del reportero Jon Lee Anderson que tienen como tema el continente africano. Irremediablemente nos vienen a la memoria los escritos de Kapuściński sobre África, como los recogidos en Ébano, o en El Emperador, donde retrataba al inefable Haile Selassie, emperador de Etiopía, como hace Anderson en sus reportajes, dejando hablar (en muchos casos desde el anonimato) a quienes le trataron y conocieron.
Anderson, un corresponsal prestigioso del respetado semanario New Yorker, es recibido por jefes de estado africanos, y mientras se acerca al lugar de la entrevista observa y recoge opiniones para que nos vayamos haciendo una idea cabal del personaje. Los relatos escogidos para este volumen van desde su encuentro en 1998 con el hoy condenado Charles Taylor, presidente de Liberia, hasta su asistencia al convulso nacimiento de Sudán del Sur hace sólo unos meses, pasando por las brutales crónicas de la Guerra de Libia y la captura y despiadado asesinato de Gadafi.
Se trata por tanto de una visión de África lejos ya de la turbulenta y esperanzadora descolonización, y también más allá de los decepcionantes años que vieron cómo los héroes que trajeron la independencia se transformaron en tiranos depravados, corruptos y pendencieros, que apoyándose primero en cualquiera de los bandos de la Guerra Fría y después en intereses económicos o estratégicos, han conseguido mantenerse durante décadas en el poder; como Gadafi hasta hace poco, o como Robert Mugabe y Teodoro Obiang hasta cuando Dios o el Consejo de Seguridad de la ONU quieran.
Los viejos actores del colonialismo (las antiguas potencias imperiales europeas, Estados Unidos, la Unión Soviética) o han desaparecido o luchan por mantener sus posiciones frente a los nuevos colonialismos: en varias de las crónicas aparece (lástima que sólo de fondo) la novedosa y ya abrumadora presencia china en busca de tierras de labor, minerales y el petróleo “viejo” de Libia y Nigeria, o el más nuevo de Angola o Guinea Ecuatorial.
El balance de las crónicas es variado, yendo desde la esperanzadora presencia de la presidenta Johnson Sirleaf en la destrozada Liberia, hasta las alucinadas majaderías protagonizadas por Gadafi, pasando por los más discretos pero muy turbios dirigentes de Angola o Somalia.
El estilo de Anderson, sobrio y equilibrado, presentando los testimonios y absteniéndose de emitir juicios personales (aunque la verdad, describiendo a personajes como Gadafi, Mugabe o los granujas que gobiernan Sudán parece insufrible no manifestar opiniones particulares) resulta muy adecuado para los asuntos tratados. Con todo, los acontecimientos africanos son, en ocasiones, tan sorprendentes, que los retratos de tiranos como Gadafi o Taylor, incluso tratados de forma tan comedida, se transforman en caricaturas.
Conrad, Greene, Kapuściński, Coetzee, Vargas Llosa o Anderson juegan con ventaja: la historia de África es desdichada, pero por desgracia, nada aburrida.
Jesús Tapia