Vetusta Blues. -“Jonathan Álvarez”
Que la existencia nos pone muchas veces a prueba es un hecho. Negarlo es negar la propia esencia de la vida. Pero, a veces, cuando comienzan a llover piedras, la tormenta es demasiado fuerte como para superarla uno sólo. Por muchos esfuerzos que se hagan, el torrente se empeña en arrastrarnos sin remisión al fondo del precipicio. Algo así le debió ocurrir a Jonathan Álvarez, que ha protagonizado en Oviedo una de esas historias que aún nos permiten creer en la humanidad de las personas y de las instituciones.
La marea de podredumbre de esta sociedad española corrupta, ignorante y envilecida parece no tener fin y destroza cualquier esperanza hasta que te encuentras un caso como el de Jonathan Álvarez. Como si se tratase de una película de Aki Kaurismäki, a Jonathan las desgracias le llegaron una detrás de otra: enfermedad, quedarse sin trabajo, la madre de sus tres hijos que le abandona. ¿Alguien da más? Pues, sí. También le quedaba el quedarse en la calle, algo que gracias a que las tornas en Oviedo ya no son las de los “principales”, las de los privilegiados, las de las tarjetas blue, gracias a eso, Jonathan Álvarez ha podido seguir teniendo un techo donde poder criar a sus tres pequeños de tres, seis y siete años. Y ha estrenado un nuevo piso en la Corredoria hace unas fechas.¡Estas son las noticias que necesitamos! Las de un buen hombre que sólo quiere ganarse el jornal haciendo lo que mejor sabe -conducir un camión- y mantener a sus pequeños. Con honradez y laboriosidad. Sin privilegios. Sin robar trajeado como todos esos ladrones de guante blanco que tanto han proliferado en esta España de nuestros dolores en estos dos últimos decenios.
Hace años, mientras preparaba un dossier sobre el mencionado director de cine finlandés Aki Kaurismäki para la revista “Ruta 66”, pude leer entre todo lo que me había seleccionado José Luis Cienfuegos para aquel artículo unas declaraciones del finlandés a propósito de su film “Ariel”, en las que comentaba que, al final de la película, decidió apiadarse de su protagonista, al que había hecho pasar todo tipo de penalidades. Quizás en la vida ocurra también así: que, tras la tormenta de piedras, llegue la calma, la paz, para tener la posibilidad de emprender el camino hacia adelante.
No me cabe la menor duda de que Jonathan Álvarez, que va a recibir la ayuda de su nueva empresa para conseguir el CAP y reanudar su trabajo, no va a defraudar a quienes han creído en él. Y que su ejemplo permanecerá como el camino a seguir en este mundo que, en ocasiones, se empeña en ser tan cruel. ¡Mucha suerte, Jonathan!
MANOLO D. ABADFoto: EL COMERCIOPublicado en el diario "El Comercio" el sábado 22 de abril de 2017