Jordania -gerash-

Por Orlando Tunnermann

Se acabó la cordialidad, hospitalidad y esencia casi europea de Israel. El jordano es casi tan yermo y adusto como el terreno que ven mis ojos a ambos lados de la carretera, salvo escasas excepciones. Mucho más asiáticos, menos avanzados que los israelíes, mucho más rayanos al pasado que al futuro, me adentro en la estoica Jordania.
Cruzo poblados y chamizos paupérrimos que me recuerdan a Sri Lanka o Egipto. Comienzo mi jornada en la fascinante Gerash.
Es una de las ciudades romanas mejor conservadas del mundo. Las ruinas están en un estado de conservación increíble. Así lo aprecio nada más cruzar la Puerta de Adriano, 129 d.c.
El complejo es enorme. Con la mirada trato de discernir cada detalle de la ciudad greco-romana del siglo I A.C
Es increíble caminar por ese hipódromo del año 220-749 A.D en estado de conservación alucinante. Impresionan todas esas tumbas y restos olvidados de iglesias bizantinas: capiteles, fustes, frisos, un enorme rompecabezas descoyuntado a mis pies...
Más capiteles corintios, buscando un fuste que los soporte, yacen ante mí al atravesar la puerta principal de Amman o de Filadelfia. Me sorprende la grandeza de la plaza oval, 110 A.D, y una muralla de 3 km de longitud.
En este lugar ahora casi fantasmagórico de pura soledad y silencio se ofrecían sacrificios a Zeus, dios de los Nabateos.


Estoy en los vestigios de lo que fuera su templo, y a mis pies, capiteles jónicos. Se erigió sobre otro anterior de época helenística y conectaba con la calle principal o cardo.
Pero para alucinante el teatro del siglo I A.C. Maravillosa acústica, maravilloso estado de conservación, capacidad para unas 4000 personas.
Ahora me dirijo hacia el templo de Artemisa, patrona de Gerash, tomando el anfractuoso sendero de piedra de la calle principal.
Fascinante ciudad la que en el año 106 revistiera de calzadas el emperador Trajano para mayor gloria comercial de la urbe.
Diversos seísmos, como el que acaeciera en el 747 d.c, destruyeron gran parte de Jerash dejándola sumida en ruinas subterráneas que el alemán Jasper Seetzen descubriría en 1806 a.d  para devolverle su esplendor.
Me despido ya de este enclave maravilloso de ayubíes, otomanos, persas, mamelucos... una tierra longeva ya habitada durante la Edad del bronce y la Edad del hierro y conquistada por los romanos en el 63 a.c