Jordi Serrallonga y los maasais

Por Stornel
Jordi Serrallonga es arqueólogo y naturalista, guía de expediciones,  director de la página web Ciencia y Aventura, profesor en la Universidad de Barcelona (Prehistoria y Evolución de la Conducta Humana) y fundador y director de Hominid. Desde pequeño, soñaba con ir a África y emular las gestas de los grandes exploradores del pasado. Tras finalizar los estudios universitarios, formó parte de un reducido equipo de arqueólogos y paleontólogos que se dirigían a la región de Peninj, en Tanzania, con la intención de estudiar los orígenes remotos del ser humano. Ahí fue donde por primera vez el investigador entró en contacto con las tribus maasai del lago Natrón, primero con un acercamiento cauto y respetuoso que se convirtió en cálida amistad revelándole los secretos de sus tradiciones, contando antiguas historias y leyendas que ayudaron a los expertos a reconstruir la vida de nuestros ancestros.
Me ha regalado y dedicado, hecho que le agradezco, su libro "Los guardianes del lago" (Mondadori, 2001) y hay un pasaje que me ha impresionado: "Los maasai conocen una planta de propiedades especiales con un elevado poder alucinógeno y excitante, y al tomarla los jóvenes guerreros entran en un estado parecido a una locura. Se referían a ella como la planta del león, y me aconsejaron que nunca me aproximase a un moran (joven guerrero maasai) que estuviera bajo sus efectos; uno perdía totalmente el mundo de vista, veía aumentada su propia valentía y podía soportar el dolor de cualquier herida incluso las mortales. Aunque pueda parecer extraño, los leones temen a los maasai. Por eso tenerlos cerca mientras excavamos o nos movemos por los barrancos de Peninj supone una enorme tranquilidad. El maasai desprende un olor intenso y especial, tan característico que no es de extrañar que los leones, con mejor olfato que el nuestro y tras las experiencias pasadas por sus antepasados a manos de los guerreros, no dudan en tomar las de Villadiego cuando se acerca un maasai.
Relato de Richard Leakey testigo accidental de la caza del león por los jóvenes guerreros maasai, los moran:. Uno de ellos clavó su lanza en tierra y se precipitó hacía el león para agarrarlo por la cola. Pero no obró con la rapidez necesaria y el león se giró bruscamente y lo mató al instante de un zarpazo. Aquello aumentó el grado de excitación de los guerreros. Un segundo maasai se acerco al león y logró asirlo por la cola durante breves instantes. Pero el león se revolvió contra él y por poco le arranca una pierna de un zarpazo. Entonces se acercó un tercer guerrero y agarró al animal por la cola, y pese a los mordiscos que el león le propino en el brazo y en el hombro, consiguió retenerlo mientras sus compañeros le daban muerte con sus lanzas.