En la historia de Foyles, la prestigiosa librería londinense, encontramos de nuevo un triángulo cuyos otros dos vértices se encuentran en Alemania y en Rusia, mediante la misma dinámica libresca que se ha reproducido desde siempre: las guerras, las revoluciones, los cambios políticos de signo radical como momentos propicios para que grandes cantidades de libros cambien de bando y de propietarios. Cuando Hitler, en los años treinta, comenzó la quema masiva de libros, lo primero que se le ocurrió a William Foyle fue enviarle un telegrama ofreciéndole un buen precio por aquellas toneladas de material impreso e inflamable. Poco antes había enviado a su hija Christina, entonces veinteañera, a la Rusia estalinista a la zaga de saldos. La expedición rusa fue un éxito, no así el intento germánico, pues Hitler siguió quemando libros sin intención alguna de venderlos. Una vez estalló la guerra y Londres fue víctima de los bombardeos de la aviación nazí, los viejos libros del sótano, mezclados con arena, nutrieron los sacos con que el mítico librero protegió su tienda; y, al parecer, cubrió el tejado con copias del Mein Kampf.
Jorge Carrión. Librerías. Editorial Anagrama, Tercera edición, diciembre 2013. Ilustración: foto: AP Photo / Gresonline.