La felicidad de la vuelta a los escenarios
Texto: Rafael Mozún
Fotos: Ricardo Rubio
Jorge Drexler se presentó en Noches del Botánico por segunda noche consecutiva en con toda la exaltación que su carácter pausado le permite. Como si de un repaso a su carrera se tratase arrancó en solitario con 'Dos Colores: Blanco y negro' -de su debut oficioso 'Vaivén'- y mientras el público terminaba de sentarse entre milongas, moros y judíos, el cantautor dio entrada a la banda. El formato es inédito, simplemente el uruguayo y el percusionista Borja Barrueta, ya que la pianista que completaría la formación, Meritxell Neddermann, no pudo estar presente por causas víricas.
La sencillez de la propuesta estremece, con las chicharras entonando la verdadera canción del verano sobre el discreto volumen que sale del escenario. Todo un ejercicio de contención y saber estar, toda una experiencia en un aforo alejado de toda intimidad. Drexler, con tablas infinitas, apacigua con humor los entusiasmos de algún exaltado, pide cambiar palmas por castañuelas -siempre en los tiempos pares, por dios- y se aleja del micrófono para que el silencio en la grada sea absoluto, introduciéndonos de esta manera en su tono sosegado. Qué fácil parece a veces sincronizar almas.
TODO QUEDA EN CASA: COLABORACIONES FAMILIARES
Con la audiencia de Noches del Botánico a los pies de Jorge Drexler se van sucediendo temas. La autobiográfica 'Pongamos que hablo de Martínez', las reactualizadas 'Sanar' o 'Toque de queda' -esta última con la colaboración de su mujer Leonor Watling- y sus mensajes también renovados como vacunas contra el odio y las inercias tóxicas de nuestra sociedad.
Todo quedó en familia también para interpretar 'High And Dry' junto a su hijo Pablo, de nombre artístico Pablo Pablo, que unas horas antes había ejercido de telonero para unas pocas decenas de personas Treinta minutos de pop con bases electrónicas y muchos efectos de voz, con muy buenas ideas aunque aún dispersas. Apostamos a que su presencia será un buen punto de apoyo para el futuro y nunca un taburete de nepotismo.
Alejándose de la interrumpida gira 'Silente' que, según anunció, tendrá su punto y final en Madrid el próximo septiembre -16 meses después de su caducidad original- el repertorio se nutrió de muchos de sus éxitos de los últimos años. Tanto 'Movimiento' como 'Bolivia' son historias con moraleja final incorporada para pensadores de extremo centro. 'La trama y el desenlace' es una obra maestra de storyteller cinematográfico, aunque la tesis sea un lugar común trabajado hasta por Lemmy Kilmister. A destacar también los efectivos y sencillos juegos de luces integrados en las canciones, especialmente durante 'Silencio', título imposible de realizar por los ruidos de los verdaderos moradores del recinto.
LA GUERRILLA DE LA CONCORDIA
Es de alabar como Drexler con sus canciones acorrala la realidad, la modeliza y vuelve a transformarla en abstracción poética con tintes sociológicos, y para estos tiempos inciertos presentó hace unas semanas ' La guerrilla de la concordia', interpretada en directo con un coro góspel. Coro que permaneció en el escenario hasta el final, añadiendo armonías a 'Sea' y a 'Todo se transforma', ese gran himno tan kármico como termodinámico.
Una vez más Jorge Drexler impregnó con su carácter todo lo que hace, una felicidad contenida y contagiosa que él siempre ha querido despegar de la melancolía. Simplemente es un rara avis, un hombre tranquilo, sin prisa, que disfruta de cada momento. Y ese, amigos, es el sentido de la vida.