Jorge Drexler: «El arte y la trampa son sinónimos»

Publicado el 09 octubre 2010 por Smorenovalle

Concierto de Jorge Drexler en el Teatro Circo Price. Fotografia: Carlos Alba.


Si la vida se cuenta en los segundos circulares de un faro, en este momento es la brazada de luz la que hace que los ojos se le achinen. Jorge Drexler se presentó en la pedrea de la primavera con Amar la trama, un trabajo con una gana de palabra y de sonido diferente que hasta él reconoce: «Las preguntas siguen siendo las mismas que me he hecho siempre, aunque es verdad que en este caso lo que se escucha es una melancolía más luminosa».
Esa melancolía, el impulso que le da forma a sus canciones, es parte de la capacidad de responder a entrevistas en serie sin perder, sin embargo, las respuestas de mecánica sofisticada, la voz baja de la vida diaria. «Me gusta pensar que el hecho de fijarme en las pequeñas cosas de la vida, que no se suelen ver, también le gusta a otras personas».
Para grabar el disco, el equipo convirtió una habitación llena de cables en una sesión casi continua de cinco días, prácticamente el mismo tiempo que costó estudiar dónde colocaban los micrófonos y a los músicos para que no hubiera riña con el sonido: «Los músicos nos mal acostumbramos un poco, hemos descuidado el proceso de grabación porque después se puede arreglar todo en la mezcla, que no me parece mal porque el arte y la trampa son sinónimos y hay que aprender los trucos. La diferencia de grabar en conjunto a hacerlo por pistas es que tienes un collage musical, mientras que si se hace todos juntos queda la interacción entre las personas».
«Era una forma arriesgada de hacerlo», comenta Drexler, «tenía pánico, pero el día que terminamos me di cuenta de que lo que habíamos grabado en esos cinco días era lo que teníamos: había muy poco que pudiéramos procesar después. Yo estoy acostumbrado a llevarme material de estudio y trabajar mucho tiempo, a cambiar una cosa por la otra, pero aquí la flexibilidad era mínima».
AQUÍ EMPEZÓ TODO
Era un bolo de tarde. En la calle hacía frío, y dentro de un bar de El Carmen la temperatura ayudaba a apagar el metrónomo de los dientes, pero aun así no se podía confiar en que las diez personas que había mirando, esperando a que el concierto empezara, inflamaran el ambiente de repente. No iba mal ni bien preparado y el repertorio eran unas cuantas canciones bossa y dos propias.
Cuando bajó del escenario, casi se oyó decirlo: «Yo me quiero dedicar a esto. Cuando lo dije era bastante mayor, tenía 25 años y me estuve preparando el concierto durante una semana en casa de una amiga, en Quart de Poblet. Fue el primer contacto que tuve con la música en vivo y por eso siempre guardo gratos recuerdos de Valencia».
«Me acuerdo además», continúa Drexler, «de que me pagaron 5.000 pesetas. ¡Entonces me pareció una fortuna!, que alguien te pudiera pagar eso por tocar. Llevé una maqueta, en cassette, y me seleccionaron para que tocara. Yo creo que partir de ese momento nada podía salir mal, aunque te equivocaras. Sólo el hecho de haber hecho todo ese proceso merecía la pena».
Desde entonces han pasado nueve álbumes, un Óscar por una de las canciones la banda sonora de Diarios de Motocicleta, nominaciones periódicas a los Grammys y más seguridad en lo que hace… «Ha cambiado quizá la técnica de fraseo. Cada vez me salen canciones con una melodía más abigarrada, menos simétrica. Desde una canción que titulé Guitarra y voz empecé a cambiarlo, no sé por qué pero ahora me atrae mucho. La trama y el desenlace, Mundo abisal, tienen una estructura casi hablada en el texto».
Para EL MUNDO, 10 de octubre de 2010