Año: 2016
Editorial: Ronin literario
Género: Novela corta
Valoración: Está bien
Muchas veces me pregunto qué es eso que tiene la literatura que la hace tan fascinante. Ese momento único, de soledad del lector con su libro, en silencio, con la boca cerrada, los poros abiertos y la mente carburando a toda máquina. Muchas veces me pregunto cómo es posible que un acto tan sencillo encierre tanta magnificencia. Es con libros como el de hoy, Muñecas para matar, con los que me maravillo todavía más.
En China, a mediados de los 80, una luchadora de Kick boxing desaparece justo tras un combate. Su pareja y entrenador la da por perdida hasta que, cuatro años después, una misteriosa llamada le comunica que la han localizado en Tailandia. Sin embargo, no todo es felicidad, pues la luchadora ya no es la chica que desapareció, sino que se ha convertido en una temible y despiadada asesina a sueldo.
Vuelven los ochenta, las pelis de artes marciales Van Damme style, el gusto por las hostias como panes porque tú lo vales y el exótico atractivo del siempre turbio sudeste asiático. Muñecas para matar, esta novela corta (apenas 100 páginas) publicada en modo ‘por entregas’ por los muy osados responsables de Ronin literario, nos lleva de vuelta a esa época escabrosa, pero también más inocente. Lo que nos vamos a encontrar está bastante claro: un argumento que no es ninguna obra de ingeniería dramática pero que se sobra y se basta para darle contenido a la ensalada de tiros, guantazos, patadas voladoras y demás tipo de trompazos que aquí nos encontramos. Y no son pocos.
Mi reflexión del principio no viene porque haya dejado la medicación, sino porque me ha maravillado la forma en la que me ha convencido este título. Jamás esperé poder pasarlo tan bien con un libro de estas características, tan visceral, tan dado a la acción. Y es que, a veces, la mente te pide más movimiento y menos pensamiento profundo, leñe. Y aunque Muñecas para matar a veces se pasa de acción, sangre, sudor y más sangre, es perfecta para desconectar y limitarte a entretenerte con un libro de una maldita vez. O a lo mejor es que no soy tan refinado ni tan amante de la contemplación como pretendo y lo que de verdad me gusta es sentarme a leer cómo unos cuantos tipos se curten el lomo. Sea como fuere, misión cumplida.
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