Este año convulso, sacudido de principio a fin por la violencia terrorista islámica (Charlie Hebdó y discoteca Bataclán, en Francia), pronto va a acabar. Bajo esa amenaza y las secuelas de la crisis económica, ayer se agitaron los últimos pañuelos en los mítines de cierre de la enésima campaña electoral de España, con las consabidas arengas de los candidatos invitando al voto. Ha sido una campaña pacífica que ha transcurrido con la normalidad acostumbrada, salvo el puñetazo propinado a Mariano Rajoy por parte de un aislado adolescente desquiciado, incapaz de expresarse de forma civilizada. Hoy, finalmente, callan la propaganda, los mítines y los seudodebates para que los ciudadanos reflexionen su elección, a pesar de que cada elector ya tiene decidido quién merecerá su confianza en las urnas, mañana domingo. Entre tanto estruendo a lo largo del año que agoniza, las notas de un saxofón parecen provenir de alguien distraído en una esquina del cielo, mientras observa el paso de la eternidad. De un lugar donde habita la tranquilidad. Frente a la confusión y la algarabía cotidianas, la música es el refugio del silencio armónico y la paz de los mansos. La última frontera de los que prefieren el amor al odio. Y en nombre de ese amor, Grover Washington Jr., justo al final de todo, nos brinda una oportunidad a la serenidad, la reflexión, la calma. Que pasen buen día.