“La jornada intensiva mola mucho, porque luego tienes todo el día”
¿Todo el día para qué?
Tienes todo el día para ver cómo te descompones como persona, como se te agotan las baterías y como toda tu vida se reduce a intentar mantenerte en pie y respirar.
La jornada intensiva es solo apta para gente que curra cerca de casa y no tiene hijos. Los demás somos superhéroes.
La jornada intensiva implica madrugar...La jornada intensiva no es intensiva es superextensiva. Dura más que una jornada normal. Estás exactamente las mismas horas en el curro y además sin levantarte de la silla porque claro " es intensiva". Sin embargo lo peor es al llegar a casa de currar exactamente las mismas horas, como es “tan pronto”...hay que aprovechar. Entonces te lanzas a “aprovechar” y llenas esas horas en las que estás ya en “low battery” de cosas que hacer. “Aprovecho y voy a la compra” “Aprovecho y voy a la reunión de padres” “Aprovecho y cocino” “Aprovecho y ordeno los armarios”. Todo en la misma tarde. ¿Acaso es que antes no hacías esas cosas? Sí, claro que las hacías pero planificadas: el lunes una, el martes otra, el miércoles otra...ahora no...Ahora tienes tiempo porque tienes jornada intensiva…Una mierda.
La jornada intensiva hace intensamente feliz a tus hijos. Los que no tienen hijos no lo saben, pero cuando sales del curro y llegas a casa tu tiempo ya no te pertenece, es de tus hijos…y ahora con la jornada intensiva tienen mucho más de tu tiempo. No es que antes tuvieran poco, tenían suficiente, nunca se quejaron...pero ahora tienen más y no van a dejarte escapar. ¿Has traído la merienda? ¿Vamos al parque? ¿Jugamos al Carcasonne? ¿Nos disfrazamos? ¿Hacemos un bizcocho? ¿Vemos una peli? ¿Jugamos a las cartas? ¿Me corriges los deberes?
La jornada intensiva te hace sentir mala madre. Antes llegabas a casa y estabas con tus hijos un rato y se te acababa la paciencia y te sentías mal pero solo eran unas horas…ahora tienes toda una tarde para sentirte mal porque se te acaba la paciencia igual y porque en vez de estar “disfrutando” de esa vida familiar estás fantaseando con cómo sería tu vida si no te hubieras reproducido. Bueno, más bien fantaseas con la siesta que te estarías echando en vez de estar montando la ciudad de Hello Kitty que pronto entrará en batalla con la ciudad de los clicks.
La jornada intensiva acaba con tu actividad deportiva, esa que tanto te ha costado adquirir. Antes tenías una hora a mediodía que era solo tuya. No era del curro porque era libre y no era de tus hijos porque no estabas en casa y la aprovechabas para ir a nadar. Ahora no tienes esa hora. Deslizándote por la pendiente de lo inevitable dices: bueno...saldré a correr. ¿A qué mierda de hora sales a correr? Tienes que salir de casa a las 7 de la mañana, levantarte a las 6 y media…salir a correr significaría levantarte a las 5:45…paras este pensamiento inmediatamente. Piensas en salir por la tarde, pero para cuando los astros se alinean para darte un ratito para ti, te pones las zapatillas y sales a correr y te das cuenta de que a duras penas puedes mantener los ojos abiertos...asi que ¿ Como coño vas a subir al Retiro corriendo? Además, será peligroso...es posible que te duermas en un banco…
La jornada intensiva te quita el hambre. A las 6 y media tu cuerpo solo quiere nadar en una piscina de café, se niega a comer nada. Años de adiestrarte en la rutina de “un buen desayuno para empezar el día con ganas” y se ha ido a la mierda con unos cuantos madrugones. Contra todo pronóstico a la hora de la comida tampoco tienes hambre. Comes sin ganas, en 15 minutos, y te fascina el hecho de que hace un par de meses fueras capaz de comer primero, segundo y postre en la cantina del curro y ahora medio filete empanado y un yogur te hagan bola. Por la noche después de cocinarte el medio filete empanado para la tartera del día siguiente...con el yogur tienes suficiente.
La jornada intensiva anula el encanto de tu charla. Te levantas y todos duermen. Llegas al curro y no hay nadie y cuando llegan los que no tienen jornada intensiva, frescos, sanos, con cara de haber dormido y haber desayunado te caen mal y no quieres hablar con ellos. Por la tarde, puede que tus amigos y tu familia te llamen...pero no tienes fuerzas y también te caen mal. Todo el mundo te cae mal.
La jornada intensiva aniquila tu vida social. Es impensable hacer nada entre semana y cuando llega el viernes eres tan piltrafa humana que cualquier plan a más de 2 metros de tu sofá te parece tan duro como intentar subir el Everest.
La jornada intensiva me hostiliza con el planeta. Ahora mismo es la única ventaja que le veo, hostilizada me mantengo en pie, pero como se me pase este efecto, ya sé de qué voy a morir: de jornada intensiva.