Hace unos días que falleció José Antonio Sentís, quien fuera mi director en Radio Nacional de España. Siempre le estaré agradecido por su confianza, en momentos especialmente sensibles para mí. A comienzo de la primera década de este siglo, el director de emisoras territoriales de RNE, Rafael Ortega, contactó conmigo en Murcia para proponerme la dirección de RNE en Aragón, donde yo había ocupado entre 1991 y 1996 la jefatura de programas e informativos. La idea me resultaba atractiva. Volver a Zaragoza, donde pasé los mejores años de mi singladura profesional, era algo que me ilusionaba en esa etapa de mi vida. Sin embargo, la política se cruzó en mi camino y el entonces Delegado del Gobierno en esa comunidad planteó una objeción al nombramiento que me dejó estupefacto: “Con el follón que tengo con el dichoso Trasvase del Ebro, encima, me vais a nombrar un murciano como director de RNE en Aragón…”, reprochó el barbado caballerete. Su poderoso argumento caló hondo en esos días y mi gozo en un pozo.
Seguí en mi puesto de redactor en Murcia hasta que, tiempo después, visitó la emisora Sentís. Se reunió en la redacción con los trabajadores y, al final, me llamó para hablar conmigo en un aparte. “Sé que se te ha hecho una putada, Manolo”, me dijo alguien con quien hasta entonces nunca había cruzado palabra alguna. “Pero ten la absoluta confianza de que no me olvidaré de ti”, añadió. Pensé sinceramente que aquello era una forma de conformarme verbalmente y que volvería a Madrid y se olvidaría de todo. A las pocas semanas, me llamó de nuevo el director de emisoras territoriales para ofrecerme la dirección de RNE en Albacete, puesto que yo rechacé. Días después, me volvió a llamar para ofrecerme la de RNE en Málaga, dándole yo idéntica respuesta, a pesar del atractivo que suponía recalar en la Costa del Sol. Y cuando ya creí que me habrían mandado a freír espárragos, por estimar que lo mío rayaba lo chulesco, llegó un tercer ofrecimiento: el de dirigir los informativos de RNE en Andalucía, desde Sevilla. Aquella oferta sí despertó en mí cierta ilusión, por lo que tras pensármelo un par de días la acepté. En marzo de 2003 me incorporé a aquel destino, donde permanecí más de año y medio, junto al director territorial, mi amigo Carmelo Olaso.
Cuento esto como recuerdo y con profundo agradecimiento a José Antonio Sentís, un buen profesional y un hombre de palabra, quien jamás me transmitió directriz política alguna en todo ese tiempo. Recordemos que en Madrid gobernaba Aznar y en Andalucía, Chaves. Casi nada. El único consejo que sí me dio aquella mañana, en su despacho de Prado del Rey, el día que fui a presentarme, resultó así de sencillo: “Hazlo lo mejor que puedas y que sepas. Y mucha suerte, que la vas a necesitar”.