José Apezarena, sobre Alain Touraine y la xenofobia que une Europa

Publicado el 14 junio 2011 por Noblejas

Es más bien triste y poco alentador el panorama que Alain Touraine dibuja en su reciente libro Después de la crisis: Por un futuro sin marginación. A lo mejor es que -tomando en cuenta los rasgos que él considera- la ecuación se resuelve así.

Lo cuenta en pocas palabras José Apezarena, tras preguntarse ¿Qué une ahora a Europa? ¿Solamente la xenofobia?:

Se trata de un análisis francamente pesimista, pero posiblemente no le falta algo de razón.

Se resume en que, en una Europa que apenas tiene ilusiones y objetivos, existe un movimiento que sí es ampliamente compartido y está presente en todos los países: la xenofobia

Lo afirma Alain Touraine, Premio Príncipe de Asturias 2010 de Comunicación y Humanidades, en su último libro, titulado “Después de la crisis”.

“El único movimiento importante hoy en Europa es la xenofobia. En Europa, y esto es extraordinario, estamos sin actores sociales ni políticos”, sostiene el sociólogo francés.

Apunta que las fuerzas de oposición ya no son los trabajadores. Y, sobre el movimiento de los ‘indignados’, argumenta que los electores, sobre todo los jóvenes instruidos, tienen la conciencia de que se encuentran frente a un vacío político. No se trata de una revolución, sino de la conciencia de que nadie les representa.

“El movimiento español parece una manifestación desesperada de una izquierda abandonada y engañada. Es la ausencia de propuestas para salir de la crisis la que causa la indignación”, añade.

Y en un mundo global, un planteamiento mundial es el ecologismo. Otro, la respuesta a la mundialización. Hay un tercero que parecía claro pero que no ha funcionado: el feminismo.

El sociólogo apunta que es hoy es movilizadora la cuestión de los derechos, un tema moral. Es más un juicio moral que un juicio social.

No es muy optimista su diagnóstico.

Touraine no puede ser optimista si habla de la situación europea como de la "Gran Recesión", y no solo desde el punto de vista económico, sino también político y moral.

Touraine pone el dedo en llagas reales, abiertas en nuestra sociedad, diciendo a las claras que ni el Estado de Derecho ni, menos aún, la economía de mercado, aseguran la democracia. Son una condición necesaria de la democracia, pero no suficiente, porque la democracia, dice, se basa en realidad en valores morales.

Y aquí se encuentra su punto débil o borroso, al no considerar la religión trascedente como soporte de tales valores morales, no sólo consensuales. De poco vale defender en abstracto la diversidad o la pluralidad, la unidad cívica, la limtación del poder estatal, el control de la leyes del mercado, el individualismo o esos comunitarismos que derivan hacia diversos fundamentalismos.

Si, como bien destaca Apezarena, Touraine mira al después de la crisis y nos dice que ve como lazo de unión europeo (supongo que además de la moneda) el peligro de la xenofobia, uno tiene que preguntarse por las políticas europeas que han marginado y ridiculizado socialmente los valores o las virtudes cristianas que -a trancas y barrancas, porque las gentes somos así- hicieron de Europa un referente mundial. 

Se entiende un horizonte de cruda xenofobia si se deja de lado la caridad cristiana y se intenta sustituir con valores, no sólo edulcorantes, sino a ciencia cierta desmoralizantes.