No ha habido demasiadas sorpresas. De hecho este año la elección a Gran Maestro del Gran Oriente de Francia se ha presentado un tanto menos compleja que en otras ocasiones. Las posibles dudas además quedaron despejadas ya a finales de agosto, con la retirada del otro candidato que optaba a colocarse a la cabeza del poder ejecutivo del G.O.D.F., P.H. Goutière. La circunstancia especial que rodea no obstante esta elección radica en que al nuevo Gran Maestro sólo le queda un año de ejercicio. El poder ejecutivo en el Gran Oriente de Francia está encarnado por el Consejo de la Orden. Sus miembros se renuevan parcialmente cada año y son elegidos por un total de tres ejercicios consecutivos. José Gulino ya lleva dos formando parte del gobierno de la Obediencia, habiendo sido parte activa en la gestión de Guy Arcizet al ocuparse de la gestión económica del Gran Oriente.
José Gulino tiene un discurso propio que no le impide seguir trazando la línea iniciada por su predecesor: Una preocupación notable por la intervención del Gran Oriente de Francia en lo que son las grandes cuestiones sociales de nuestro tiempo. Esto ha permitido al nuevo Gran Maestro poner de manifiesto qué piensa sobre la laicidad, expresando una idea que constituye prácticamente una seña de identidad obediencial: La laicidad no se circunscribe a los dominios de la convivencia entre lo público y lo religioso, a la defensa de la estricta separación de lo que son las creencias privadas de cada individuo y aquello que se encuadra dentro de esa expresión que conocemos como "interés general". La laicidad se extiende también al ámbito social tomado en su totalidad. Se habla en consecuencia de una concepción de la laicidad próxima al ideal de justicia social y nunca ajena al conocimiento de las desigualdades existentes y sus causas.
La preocupación por las consecuencias de la actual crisis económica ha estado presente siempre en el discurso público del GODF. Y no sólo de esta Obediencia. Creo que no nos costará encontrar a cada uno de nosotros ejemplos en nuestra memoria de algunas intervenciones y tomas de posición. Recuerdo que Guy Arcizet, tras la zozobra provocada por el segundo mandato de P. Lambicchi al que, no sé si con justicia, se le reprochó cierta cercanía a N. Sarkozy, puso el acento en "la cuestión social" desde el primer día, sobre todo en un momento en el que la crisis comenzaba a despuntar con cierta intensidad y a provocar estragos en las modestas economías de algunos países. A lo largo de los dos últimos años el G.O.D.F. como entidad obediencial -y muchos de sus talleres- han reflexionado y hablado largo y tendido de lo que está sucediendo. Han existido abundantes pronunciamientos públicos, y a ellos ha venido a sumarse el discurso inicial de José Gulino, ya público, llamando la atención sobre la peligrosa confusión de fronteras que vivimos en el tiempo actual entre "lo público" y "lo financiero". Esta es la parte que me resulta más interesante y en torno a la que espero se siga trabajando.
José Gulino no deja a un lado la dimensión "clásica" de la noción de laicidad -la referida a la neutralidad estatal ante todo credo- pero limitada a una cuestión "francofrancesa": Alsacia y Lorena, los departamentes colindantes con Alemania y objeto de tanta disputa bélica a lo largo de la historia, disfrutan en la actualidad de un status en el que una confesión religiosa determinada goza de ciertos privilegios. Resultará interesante contemplar desde este lado de la frontera todo el proceso. Quizá -y es lo que el Gran Oriente de Francia apoyará- veamos hacerse realidad esa promesa electoral de F. Hollande consistente en inscribir en el texto constitucional francés una parte del articulado de la vieja ley de 1905, de Separación entre las iglesias y el Estado. Lo que no obstante se critica, es el hecho de que las promesas electoras también se refieren a la "constitucionalización" del particular status quo que afecta a los dos históricos y católicos territorios galos. En el momento actual la constitución de nuestros vecinos únicamente contiene una referencia genérica al carácter laico e indivisible de la República. Y curiosamente, siguiendo con las constituciones, España -a pesar de su escasa fortuna histórica- logró plasmar un 9 de diciembre de 1931 en su norma fundamental un principio de laicidad muy semejante al ahora pretendido por el Presidente Hollande y que es el que apoya abiertamente el Gran Oriente de Francia. En cualquier caso habrá que esperar y ver. Habrá que ver si el Concordato de Alsacia y Lorena pasa a mejor vida o si, por el contrario, se convierte en una enojosa excepción a lo que denominamos la laica Francia. Y habrá que esperar y ver si las cosas no se quedan ocomo están o si por el contrario, la ley de 1905 (promulgada también un 9 de diciembre) pasa a formar parte del adn republicano, convirtiéndose en el modelo que otros ya conocimos pero que, pasado el tiempo -es una obviedad-, hemos olvidado. Otro tanto sucederá (me refiero a esperar y ver qué pasa) con la reforma del Matrimonio Civil prevista en Francia y sobre la que, no obstante no guardar ninguna relación con sacramento eclesial alguno, ya se ha pronunciado negativamente la Iglesia católica dedicando una jornada nacional de rezos el 15 de agosto último. José Gulino ha manifestado que a título personal nada tiene que objetar a que las personas del mismo sexo puedan casarse... Quizá aquí sí se eche en falta algún pronunciamiento expreso de la obediencia que vaya más allá de lo "personal". Como digo, también habrá que esperar y ver.
Et si omnes, ego non.