Normalmente, queridos lectores, cuando hago una resñea, (casi) siempre de films que me gustan, no suelo ser demasiado vehemente con su recomendación, que cada uno tiene un gusto y lo que a mi me parece dulce a otro le puede parecer salado. Pero, supongo que sabrán excusarme. Hoy no me puedo contener. Discúlpenme.Y es que les digo que si les gusta el cine antropológico, vanguardista y, sobre todo, experimental, y este año sólo pueden adquirir un dvd, sólo uno, sin duda tendría que ser este IMPRESCINDIBLE pack de cinco discos que edita Cameo sobre la figura del granadino José Val del Omar (1904-1982), todo un merecido homenaje a un genio que los cineastas consideraban un científico, y los científicos un cineasta, que se edita bajo el nombre de "Val del Omar. Elemental de España".
Todo ejercicio artístico conlleva cierto grado de experimentación (que algunos trabajos de directores, escritores, músicos, guionistas, dibujantes... deciden dejar de lado). Los que sí se arriesgan a traspasar las fronteras de lo (pre)establecido, luchan por defender sus ideas y el género en el que se sumergen, que avanza lentamente a contracorriente, juega con los códigos del género cinematográfico como si de un niño con sus primeros juguetes se tratase.
En España, a la experimentación cinematográfica, se le considera un movimiento inexistente (que sea escaso como es no quiere decir que no respire), pero gente como Joaquim Puigvert, Juan Buffill, Manuel Huerga, Zulueta o José Val del Omar (entre otros más) alzaron su voz un día para decirle al mundo que estaban allí y que existían realmente.
Val del Omar, extraordinario e indiscutible creador artístico (“extraordinario artista de la cámara” lo calificó Luis Cernuda), visual y tecnológico, fue pionero en estas lides de experimentación y ha permanecido durante mucho tiempo, injustamente, en el ostracismo cinematográfico. Vanguardista pero aracaico a la vez, excéntricamente creativo, místico creador de universos visuales poéticos (agrandados por el uso de superposiciones, ralentís, fundidos y filtros, estatismo de la imágen), no cejó a lo largo de su vida (su carrera profesional) en obtener la consecución de la gesamtkunstwerk (algo que con ese "Tríptico elemental de España", pieza fundamental y un rara avis de nuestro cine, pudo conseguir aunque fuese de manera póstuma).
A él se le deben conceptos tan revolucionarios y atrevidos como "desbordamiento apanorámico de la imagen", la "visión táctil" (y es que uno parece tocar con la mirada las imágenes, tal es la fuerza de este cine que altera nuestros sentidos y los saca a flote), "sonido diafónico" (antecedente directo del dolby y del stereo), el "zoom" (que empleó por primera vez en la grabación de los molinos de Cartagena), el "formato Bi-Standart"... incluso en algún periódico de la época (hablamos de finales de los años 20) lanzaba ideas como la utilización de objetivos con ángulos variables sobre pantallas cóncavas con la intención de conseguir efectos de relieve mediante iluminación intermitente.
Durante algunos años de la República, Val del Omar colaboró en una serie de "Misiones Pedagógicas", una iniciativa progresista que trataba de llevar la cultura hasta zonas rurales aisladas y a los arrabales urbanos repletos de gente analfabeta, donde proyectaban tanto películas educativas, como películas caseras que Val del Omar había grabado de esas mismas gentes en sus visitas anteriores (que, a la postre, era lo que más les fascinaba y extrañaba, obligándo al director a repetirlas una y otra vez para verse nuevamente entre risas y comentarios). Esos viajes a la España profunda, le valdrían para, además de rodar hasta casi 40 documentales (como ese "Estampas 1932" que abre este compendio de dvd's), para dar rienda suelta a su faceta de fotógrafo, realizando casi 9000 isntantáneas de gran valor antropológico e histórico. La llegada de la Guerra Civil le marcó profundamente, ya que se vio obligado y coaccionado hasta límites inimaginables (por un gobierno franquista que no olvidaba su pasado republicano), para colaborar con el Régimen (a cambio de conservar su vida) trabajando en la propaganda del partido. Trabajando para ellos, les iba presentando avances técnicos que eran desestimados ninguneándole y tachando a sus invenciones de locura de "rojo desquiciado".
Nunca pudo, en su interior (y algunas veces exorcizado hacia el exterior), perdonarse aquello, que le entristecía sobremanera cuando lo recordaba.
Federico García Lorca encamina los pasos de Val del Omar hacia el cine y como muestra de gratitud, le dedicó al poeta los siguientes versos en "Aguaespejo":
Estalactitas por donde cae el cuerpo
detenidas
suspendidas
por el prodigio de las palabras
de los surtidores,
por las ondas de alabanza que ascienden del agua.
Firmamentos de los estanques
de peces y nenúfares.
Valle de Diferencias infinitas,
profundas.
Surtidor: aguaespejo de la vida,
se sube por dentro
se baja por fuera
donde el duende salpica y se evapora.
Su primer trabajo, datado de 1925, se tituló "En un rincón de Andalucía" del que poco se sabe ya que, en un arranque de frustración, lo destruyó ante la insatisfacción que le producía (según el mismo contaba, la pisoteó "hasta hacerla trizas").
La obra más (re)conocida de Val del Omar es el "Tríptico elemental de España", que está englobada por tres cortometrajes, "Aguaespejo granadino”(1953-55), “Fuego en Castilla” (1958-1960) y “Acariño galaico. De barro” (1961), que giran en torno al tiempo y el "arte en el tiempo"; elementos que le sirven de excusa para atravesar España.
"Aguaespejo granadino” bebe de fuentes como Lorca, "Tierra sin pan" de Buñuel, de la música de Falla, de los pensamientos de Miguel de Unamuno para erigirse en una compleja amalgama de música, poesía y montaje fotográfico que capta el espíritu de la ciudad de Granada. Val del Omar mezcla agua, polvo, luz, sombras, silencio roto por sonidos del fin del mundo, control del tempo, y lo hace para dejarnos en un estado de shock tal, que nuestra mirada estalla sensorialmente y viaja más allá del espacio y del tiempo. Al confín de las estrellas. A pesar de tratarse de imágenes aisladas (que por sí mismas no tienen relación entre sí ni son capaces de transmitirnos nada), al encadenarse poéticamente, nos parecen hipnóticas y misteriosamente absorbentes, cobrando sentido místico en el que nuestra respiración es la del autor y nuestros ojos, los de la tierra en la que creció. Pura metáfora.
“Fuego en Castilla”, rodada en color, pero copiada en blanco y negro (para representar la miseria y la falta de color vital de esa España profunda), este trabajo también conocido como "Tactilvisión del páramo del espanto", hace un recorrido por las esculturas del francés Juan de Juni y del español Alonso Berruguete. Se trata de recrear la atmósfera de tensión que encierra una vieja ciudad castellana durante los festejos de Semana Santa, mezclando una enfermiza realidad de imaginería que asusta por su verosimilitud, con imágenes de la Muerte, las obsesiones del temor religioso
Sin duda, es el mejor corto de los tres que componen el Tríptico y uno entiende por qué se conoce a Val del Omar como el Jonas Mekas hispano.
"Acariño Galaico (De barro)", en principio iba a versar sobre el aire, pero la obra del escultor gallego Arturo Baltar le hizo decantarse, finalmente, por tratar el tema de la tierra (el barro). Esta obra se terminó en 1995 gracias al trabajo de Javier Codesal que desarrolló para la Filmoteca de Andalucía, a partir del montaje y el sonido que Val del Omar había dejado escritos antes de su muerte.
Un interesante recorrido por la cultura gallega con especial énfasis en lo mágico de aquellos parajes.
Un accidente de tráfico, en 1982, se llevó a otra vida posible a este genio sin igual, a este cinemista (palabra surgida de la simbiosis de cineasta y alquimista) que tanto le gustaba utilizar para definirse, que acabó sus días haciendo lo que le gustaba, trabajando y experimentando en su laboratorio P.L.A.T. (Picto Lumínico Audio Táctil).Cuando uno mira algunas de las imágenes de sus documentales por España de la primera mitad de los años 30, o algunas de las fotos que allí tomó, no puede sino quedarse absorto mirando los rostros de esas gentes que no habían visto nada igual en su vida; con ese brillo en sus ojos, esas miradas cómplices (pura inteligencia colectiva) e ilusionadas, y esas sonrisas esplendorosamente verdaderas de quien descubre la felicidad. Gentes, en definitiva, con la inocencia de unos niños que se ven por primera vez desde otros ojos. La mirada de la pureza y del amor por el cine en todo su esplendor. Amor como el que Val del Omar tuvo hacia el medio durante toda su existencia.
"Sin Fin".
(Palabras con las que José Val del Omar acababa sus trabajos, en lugar del Fin habitual).