Foto: librairieespagnole.blogspot.com José y Pilar. Son dos nombres comunes. Propios, pero comunes. Son dos nombres como otros nombres cualesquiera. Como Todos los nombres. Como María, como Pepe, como Juan o como Carmen. Pero ellos, José y Pilar, son únicos. Y juntos dieron vida a otro binomio más único todavía: la unión de dos almas engarzadas en el vuelo frágil del amor comprometido.
José y Pilar es el título de la obra póstuma de Saramago (con permiso de Miguel Gonçalves Mendes), escrita mano a mano con Pilar del Río. Un documental que desnuda al intelectual para dejar en cueros al hombre enamorado, a la pasión madura, a la entrega mutua. A una pareja de leyenda que fue capaz de descifrar un secreto inescrutable para casi todos los demás: alimentarse bebiendo uno del otro, crecerse compartiendo el mismo sustrato, saberse grandes sólo porque el otro forma parte de ti.
"Yo tengo ideas para novelas y ella tiene ideas para la vida, y yo no sé qué es lo más importante", decía José de Pilar. Y lo que le faltó decir fue que ella también tenía ideas para él, que ella le insuflaba vida en cada mirada, en cada golpe de pestañas, en cada sonrisa, en cada caricia, en cada darle su brazo cuando a él le costaba caminar, en cada tragarse las penas cuando le veía morirse a chorros. Que ella tenía para él la dignidad que él quiso que el mundo tuviera para sí mismo.
Digna, señora, firme, resuelta, ágil, inteligente, sagaz, sencilla, brillante. Porque la voz de Saramago no podía ser de otra manera.
Tengo ganas de ver la película, con la que hoy se inaugura el Festival Internacional de Cine de Ronda. Aunque me temo que los documentales no son precisamente el tipo de cintas que se prodigan por las salas comerciales. Precisamente porque son la antítesis de lo comercial. Y aquí lo que no es comercial no vende. Buena excusa para cuando no se vende nada.