Journey, análisis

Publicado el 23 julio 2019 por Marcos Kero @jugamosoque

Journey, de Thatgamecompany, es el típico juego del cual escuchas la típica frase «este juego no es para todo el mundo», y no puedo estar más en rotundo desacuerdo. No existe nadie, absolutamente nadie, que lo haya probado y haya quedado decepcionado. Los motivos son complicados de explicar, por eso os invito a que dejéis de leer estas líneas y vayáis directos a comprarlo. No os arrepentiréis. Llegar lo más vírgenes posibles de información a vuestra primera partida sería lo mejor que os podría pasar. A partir de aquí, todo se podría considerar spoilers.

Espero que si has seguido leyendo es porque ya has completado Journey, al menos una vez. O tal vez dos, o quizá ya vas por tu quinta partida. Cada partida de dos horas, es una experiencia, un mundo de sensaciones que te dejan satisfecho por el camino recorrido, por los nuevos descubrimientos, por los nuevos logros obtenidos. Y con ganas de repetir, sin duda. Journey es uno de los pocos juegos que puede presumir de que, incluso a los que no les gusta hacer partidas nuevas, todo el mundo quiera una segunda vuelta nada más finalizar la primera.

Jugabilidad nostálgica

La mecánica jugable puede traer recuerdos de anteriores creaciones de este estudio. No será raro que, en algún vuelo de mayor intensidad, sintamos déjà vu de cuando hacíamos volar aquellos pétalos de flores en el hermoso Flower. También repite en simplicidad de control, pues tan sólo se usan los sticks (izquierdo para el personaje, derecho para la cámara) y tres botones: X para saltar, O para emitir sonido y SELECT para sentarnos. También se nos presenta como posible la opción del sensor de movimiento del mando para manejar la cámara y, aunque luego nadie lo use, acaba resultando un sorprendente acierto: en ocasiones, los movimientos naturales que hacemos con el mando nos brindarán increíbles panorámicas del paisaje.

Los escenarios transmiten sentimientos.

La aventura no entraña demasiada dificultad, plataformas y algún pequeño puzzle son la base para avanzar. El juego no pretende suponer un desafío ni poner a prueba nuestra habilidad. Se trata de un viaje, una experiencia que despierta sensaciones, de un deleite de belleza mientras estamos ensimismados en la exploración y el descubrimiento. Se trata de esbozar una sonrisa por cada pequeño detalle que observas, de sentir un impulso que te hace querer descubrir que te espera más allá.

Técnicamente preciosista

Los escenarios, en una paleta de colores que se mantiene siempre armónica y estable, ofrecen la variedad necesaria. Además, cada fase se reinventa para presentar siempre nuevos elementos. A todo esto ponen el broche de oro los secretitos que hay esparcidos por el mundo, como los símbolos incandescentes (que potencian nuestro poder de salto) o los glifos, antiguos murales que desvelan acontecimientos del pasado. Conseguirlos supone una ardua tarea, pues aunque algunos están bien a la vista, otros pocos nos harán investigar en los rincones más inesperados.

Técnicamente es una delicia.

A nivel técnico es exactamente lo que se esperaba viendo tráilers y capturas antes de su lanzamiento. O más hermoso si cabe. Sin bugs, muy sólido y fluido. Los efectos en la arena y cualquier otro terreno están recreados de forma meticulosa para trazar nuestros pasos, mientras contemplamos cómo el sol baña la tierra, que resplandece bajo impresionantes ráfagas de aire. Puro espectáculo. A la estampa acompaña una extraordinaria banda sonora con tintes melancólicos, compuesta por el genio Austin Wintory.

Difícil de clasificar

Journey es grande como viaje de pura soledad, pero lo es más aún cuando saca a relucir las bondades de su online, totalmente innovador y sensacional. Lo que se siente cuando, por primera vez, descubres a otro semejante explorando por las mismas tierras, es indescriptible. Cada partida es única porque con cada viajante desarrollas un vínculo distinto: a veces de indiferencia, otras de compañerismo, incluso de mentor cuando ya vas por tu décima partida y te cruzas con un novato. Compartir viaje con muchas personas diversas o con un sólo individuo hasta el final, o sentir la tristeza de alguien que quedó atrás. Compenetrarte con el otro, cuidarlo y que te cuiden. Ver cómo te espera o cómo sufre. Todo sin hablar. El juego no nos deja comunicarnos libremente con la otra persona anónima que el azar ha cruzado en nuestro viaje, y es ahí donde reside su grandeza: las palabras lo estropearían todo.

Los puzzles son la base jugable de Journey.

Cada partida dura unas dos horas, y es que alargarlo más impediría que cada viaje se completara en una sola sesión de juego. Se podría decir que la duración no es calculable, ya que difícilmente haya alguien que no lo quiera volver a jugar muchas veces más. Resulta gracioso que, de todos los trofeos del juego, al final, el más complicado sea el que te pide volver después de estar una semana sin jugar.

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