Journeyman: Aprende mientras exploras el mundo

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22

¿Será el viaje una forma de aprendizaje tan válido como la escuela? ¿Qué aprendemos cuando nos movemos por el mundo? En una travesía por varios países, Alex nos relata desde su postura algunas experiencias y además cuenta cómo piensa el Doctorado Informal, esta vez reconociendo las prácticas de aquellos que han decidido aprender viajando por el mundo.

"Hasta entonces, yo me veía trabajando como diseñador, pero Cuba me hizo convertir en periodista... al menos por unos días. Viajé hasta allí para trabajar en un proyecto artístico de fotografía y video con Daniel Castro, para quien ya había trabajado en San Francisco, en los Estados Unidos. Entre tanto, de un momento a otro nos vimos en un trabajo periodístico entrevistando varias personas, al frente y detrás de cámaras. En una noche, encontramos dos jóvenes estudiantes cubanos que aceptaron ir abriendo puertas para que fotografiáramos algunos moradores. Lo que ellos no sabían es que nosotros también entrevistamos a cada uno de ellos, preguntando cosas sobre la situación de Cuba y cómo eso afectaba sus vidas. Conocimos gente que no veía a sus hijos hace años, desde que ellos intentaron huir de la isla en un barco. Conversamos con bailarinas exóticas enamoradas de Fidel Castro y con personas que ahogaban sus penas en ron. "

La tradición del Journeyman:

Fabian Sixtus Körner es un Journeyman (Trabajador itinerante). Lo que él nos acabó de relatar refleja las situaciones que ese tipo de personas eligen vivir, llena de imprevistos y también de travesura.

En el siglo XIV, eran comunes en Alemania jóvenes que dejaban sus casas y viajaban por el mundo durante años con el fin de desempeñarse como artesanos trabajando únicamente por comida, hospedaje y transporte para el siguiente destino. Hoy en día, la tradición del Journeyman, se mantiene por jóvenes como Fabián, que viajó durante dos años y tres meses y trabajó como diseñador, arquitecto y fotógrafo (además del eventual trabajo como periodista), en lugares tan distintos como China, Egipto, Etiopía y Cuba.

Conocí esa historia después de una gran conversación con Luah Galvão y Danilo España, que idealizaron el Walk and Talk (Hablar y caminar), como una vuelta al mundo en busca de lo que mueve, inspira y motiva. En uno de esos encuentros inolvidables típicos de los viajes, ellos se declararon como un Journeyman (Trabajador itinerante), en medio de una playa de Guatemala!

Alquilados, acabaron dando una de Cupido e hicieron un puente entre él y una australiana que había resuelto vivir allí desde que conoció ese bellísimo paisaje. Recientemente, vino al mundo un Journeybaby (aprendiz de trabajador itinerante).

¿Cómo podríamos nosotros re-apropiarnos de este esplendor de las jornadas de aprendizaje?

La tradición del Journeyman es una imagen pulsante que camina en esa dirección. Otro ejemplo es un UnCollege, un experimento educativo de autoaprendizaje recién llegado a Brasil y cuya base está por aquí en Ilhabela-SP. El Gap Year, programa de un año ofrecido por el UnCollege, es estructurado en cuatro etapas que conforman una gran travesía: Viaje, Lanzamiento, Práctica y Proyecto. Todo ese recorrido es impregnado de un espíritu de desafío, permeado por la curiosidad y repleto de interacciones e imprevistos. Se trata de una descripción excelente para un aprendizaje, o para el vivir-aprender. En ese sentido, ¿Será que travesía y aprendizaje serían equivalentes?

En el proceso del Doctorado Informal, entiendo que la jornada o travesía de aprendizaje puede ser un camino especialmente valioso que además de encontrar algunas respuestas, inaugura nuevas preguntas. Lucas Favaretto, por ejemplo, resolvió salir por el mundo de Magrela y conocer el sur de Brasil pedaleando. Fueron 86 días de subida, bajada, reposo, alimento, cariño, vedad, amistad, sonrisas, bocinas, abrazos. Mi amiga Thaiane Moregola también escogió la bicicleta como instrumento de reflexión y se atrevió a ser exploradora un su sueño de redescubrir el mundo desde otra perspectiva.

Si una travesía no necesita ser de héroes (o tal vez héroes seamos todos), tampoco necesita significar necesariamente viaje. ¿Cómo son las travesías que escogemos y creamos para nuestras vidas?

Cuando alguien toma conciencia de que está en una travesía, le da más valor a las interacciones y los diálogos que surgen en medio del camino. Al final esos momentos siempre se pueden convertir en indispensables oportunidades de desenvolvimiento para los retos que le esperan a nuestro héroe.

"Cuando alguien toma conciencia de que está en una travesía, le da más valor a las interacciones y los diálogos que surgen en medio del camino"

Paul Feyerabend, en sus "Diálogos sobre el Conocimiento", da vida a Gaetano, un joven tímido que tiene el aire de quien escribe poesía, y es éste personaje que alerta a todos acerca de la monotonía intelectual que algunos doctores y académicos insisten en reproducir.

Gaetano, entonces, advierte que hubo un tiempo en que se nutrían relaciones personales con los sabios, en vez de solamente citar a los autores clásicos en las tesis y disertaciones. Y continúa: "no creo que exista hoy relación personal análoga, lo que hay es una fuerte presión personal para el conformismo y, sobre todo, en vez de la conversación viva que Platón quería, tenemos frases vacías combinadas de manera esquemática." Pues bien, digamos a Gaetano y a Feyerabend: esas relaciones y conversaciones vivas están siendo rescatadas y, creo, más rápidamente fuera de los dominios de la universidad que dentro de ella.

La mentoría es un tipo de abordaje que refleja esa travesía. Un mentor es un compañero de camino, alguien que no se limita a las tentativas de la impersonalidad del ambiente académico.

Por eso, es una relación afectiva, amorosa, educativa. No hay una pretensión jerárquica o cualquier tipo de subordinación entre el mentor y el aprendiz. Es más aprendizaje mutuo (Sí, el mentor también está allí para aprender!) que enseñanza. En los caminos del Doctorado informal, la mentoría es una posibilidad muy interesante. En otras palabras: si encuentras una persona que admira y siente que de alguna forma ella podrá ayudarte en tu proceso, invítala a una charla y ve lo que ofrece. ¿Me puede enseñar su arte? Es lo que André Stern pregunta para un luthier que encontró en Suiza, en el documental "Ser y llegar a ser" (Being and Becoming en el original en inglés), sobre desescolarización. "Puedo mostrarte cómo lo hago, pero no puedo enseñarte nada", fue la respuesta que él escuchó. Se inició una fructífera relación de mentoría - esto es, de Aprendizaje.

Esa postura de no enseñar pero aprender juntos, tiene mucho que ver con la desescolarización, en el caso de los adultos. Y es justamente eso lo que el Doctorado Informal puede propiciar. Clara Bellar, directora de la película, hizo un desahogo después de una exhibición en São Paulo: "Cuando yo conocí adultos que no fueron escolarizados, quedé con envidia, de tanta autoconfianza que ellos demuestran!" "Llega hasta a ofender". "¡Ellos son tan fortalecidos, tan seguros de sí mismos!" La travesía del Doctorado informal es, en el límite, un trayecto de fortalecimiento humano, y la heteronomía impulsada por la mentalidad escolar va siendo poco a poco disminuida para dar lugar a una autonomía del ser que quiere venir a ser.

Sistemáticamente, crear espacios de aprendizaje entre adultos y niños significa pintar un nuevo mundo con colores diferentes de aquellos diagnosticados por Ivan Illich, cuando él dijo que no sólo la educación, sino la propia realidad social se volvió escolarizada.

El Doctorado Informal pasa a representar, a partir de sus aproximaciones con las experiencias de aprendizaje y desescolarización, mucho más un proceso, más que una acción puntual o un proyecto. Pasa a ser una manera de vivir-aprender. Aun así, para mí, existe una necesidad de que exista un lado más sistemático que trabaja con ciclos recursivos de entregas: si antes, yo consideraba mi Doctorado informal como finalizado después de entregar lo que me comprometí (un libro, producto, servicio, evento, cortometraje, etc.), ahora mi entendimiento camina en el sentido de considerar ese marco apenas como el primer paso de un espiral, a medida que me reconozco en mi autonomía y dejo fluir mis pasiones, éste no es un proceso que acostumbra a parar. Habrá otras entregas, y creo que el ritmo o la pulsación son importantes, como una secuencia de "Nosotros" encadenados, en una hora estoy en un ciclo de profundización, y en otra, en un ciclo de entrega o de realización.

En el libro "Mapeando Diálogos", de Marianne Mille Bojer y otros autores, hay una compresión más específica sobre las jornadas o travesías de aprendizaje que puede ser particularmente útil como herramienta en u ciclo de profundización; aquí, ellas significan travesías de un lugar a otro con el objetivo de explorar y experimentar un mundo de primera mano y tiene una relación fuerte con la creación de empatía y con principios del diálogo.

En una típica jornada de aprendizaje, los participantes son invitados a sentarse en pequeños grupos para conversas con los actores locales, buscando entender su realidad. Escuchan, no sólo con la mente abierta, también con el corazón y la voluntad. Después de la visita, escuchan las perspectivas de cada uno y por medio de la conversación llegan a una comprensión más profunda y a un cuadro más completo de lo que fue experimentado.

"Cuando yo conocí adultos que no fueron escolarizados, quedé con envidia, de tanta autoconfianza que ellos demuestran! "Llega hasta a ofender". Clara Bellar

Caio Dib aprovechó la esencia que anima las jornadas de aprendizaje para ir en busca de su sueño de viajar por el país para conocer experiencias educativas inspiradoras. Y el proyecto Caindo no Brasil (Cayendo en Brasil Caio en Brasil), cuyo libro retrata algunas grandes historias como la de Seu Luiz, mi coterráneo de Minas Gerais, Caio, narra el encuentro que tuvo con él en un viaje por tierras mineras.

Durante nuestra conversación, él me contaba sobre asuntos que circundaban su realidad y que pasaban por nuestra ventana de autobús. Él siempre completaba diciendo "¿Pero tú debes saber de eso, ¿no? ¡Tu estudiaste!". La mayoría de las veces, no sabía. Eran saberes populares o conocimientos necesarios para la realidad de él. No sabía medir una hectárea apenas mirando, no sabía asistir el parto de una vaca, no sabía cuánto costaba un camión cargado de madera para hacer carbón.

Ese trecho enseñaba, por un lado, el relativismo cultural que Paul Feyerabend argumenta, en algunas de sus obras, ser imprescindible para entender el aprendizaje o el conocimiento. La sabiduría que Seu Luiz demostraba pertenecía a un mundo completamente diferente del que Caio habitaba. Para el caso, podríamos decir que es "sabiduría popular", pero pienso que tal vez ese término no logre exprimir las singularidades existentes en cada palabra y en cada contexto. Sabidurías son varias, y poblaciones también.

De otro lado, percibo la belleza de la narrativa construida por Caio, que emana de su elección de simplemente contar historias. Cada vez que hago contacto con iniciativas así, me acuerdo de la provocación que Ian Mitroff se hizo, retomada por Juanita Brown: la cuestión entonces no es solo contar historias, es también relatar la ciencia , "¿Será que la ciencia logra aprender a contar buenas historias?". Así, por ese camino, veo aproximarse los mundos de la poesía y de la racionalidad, de la ficción y de la realidad, del arte y de la ciencia. Todo son historias.

Fabian Körner, el Journeyman que fue periodista en Cuba recorrió el mundo para descubrir su talento y enriquecerse de experiencias diversas e interesantes, escribió un libro para contar su historia. Según él, la tradición de los Journeyman apunta a que ellos deben siempre compartir sus momentos más marcantes con la comunidad. Forma parte de la travesía.

Fuente: Reevo.

C. Marco

¿Será el viaje una forma de aprendizaje tan válido como la escuela? ¿Qué aprendemos cuando nos movemos por el mundo? En una travesía por varios países, Alex nos relata desde su postura algunas experiencias y además cuenta cómo piensa el Doctorado Informal, esta vez reconociendo las prácticas de aquellos que han decidido aprender viajando por el mundo.

"Hasta entonces, yo me veía trabajando como diseñador, pero Cuba me hizo convertir en periodista... al menos por unos días. Viajé hasta allí para trabajar en un proyecto artístico de fotografía y video con Daniel Castro, para quien ya había trabajado en San Francisco, en los Estados Unidos. Entre tanto, de un momento a otro nos vimos en un trabajo periodístico entrevistando varias personas, al frente y detrás de cámaras. En una noche, encontramos dos jóvenes estudiantes cubanos que aceptaron ir abriendo puertas para que fotografiáramos algunos moradores. Lo que ellos no sabían es que nosotros también entrevistamos a cada uno de ellos, preguntando cosas sobre la situación de Cuba y cómo eso afectaba sus vidas. Conocimos gente que no veía a sus hijos hace años, desde que ellos intentaron huir de la isla en un barco. Conversamos con bailarinas exóticas enamoradas de Fidel Castro y con personas que ahogaban sus penas en ron. "

La tradición del Journeyman:

Fabian Sixtus Körner es un Journeyman (Trabajador itinerante). Lo que él nos acabó de relatar refleja las situaciones que ese tipo de personas eligen vivir, llena de imprevistos y también de travesura.

En el siglo XIV, eran comunes en Alemania jóvenes que dejaban sus casas y viajaban por el mundo durante años con el fin de desempeñarse como artesanos trabajando únicamente por comida, hospedaje y transporte para el siguiente destino. Hoy en día, la tradición del Journeyman, se mantiene por jóvenes como Fabián, que viajó durante dos años y tres meses y trabajó como diseñador, arquitecto y fotógrafo (además del eventual trabajo como periodista), en lugares tan distintos como China, Egipto, Etiopía y Cuba.

Conocí esa historia después de una gran conversación con Luah Galvão y Danilo España, que idealizaron el Walk and Talk (Hablar y caminar), como una vuelta al mundo en busca de lo que mueve, inspira y motiva. En uno de esos encuentros inolvidables típicos de los viajes, ellos se declararon como un Journeyman (Trabajador itinerante), en medio de una playa de Guatemala!

Alquilados, acabaron dando una de Cupido e hicieron un puente entre él y una australiana que había resuelto vivir allí desde que conoció ese bellísimo paisaje. Recientemente, vino al mundo un Journeybaby (aprendiz de trabajador itinerante).

¿Cómo podríamos nosotros re-apropiarnos de este esplendor de las jornadas de aprendizaje?

La tradición del Journeyman es una imagen pulsante que camina en esa dirección. Otro ejemplo es un UnCollege, un experimento educativo de autoaprendizaje recién llegado a Brasil y cuya base está por aquí en Ilhabela-SP. El Gap Year, programa de un año ofrecido por el UnCollege, es estructurado en cuatro etapas que conforman una gran travesía: Viaje, Lanzamiento, Práctica y Proyecto. Todo ese recorrido es impregnado de un espíritu de desafío, permeado por la curiosidad y repleto de interacciones e imprevistos. Se trata de una descripción excelente para un aprendizaje, o para el vivir-aprender. En ese sentido, ¿Será que travesía y aprendizaje serían equivalentes?

En el proceso del Doctorado Informal, entiendo que la jornada o travesía de aprendizaje puede ser un camino especialmente valioso que además de encontrar algunas respuestas, inaugura nuevas preguntas. Lucas Favaretto, por ejemplo, resolvió salir por el mundo de Magrela y conocer el sur de Brasil pedaleando. Fueron 86 días de subida, bajada, reposo, alimento, cariño, vedad, amistad, sonrisas, bocinas, abrazos. Mi amiga Thaiane Moregola también escogió la bicicleta como instrumento de reflexión y se atrevió a ser exploradora un su sueño de redescubrir el mundo desde otra perspectiva.

Si una travesía no necesita ser de héroes (o tal vez héroes seamos todos), tampoco necesita significar necesariamente viaje. ¿Cómo son las travesías que escogemos y creamos para nuestras vidas?

Cuando alguien toma conciencia de que está en una travesía, le da más valor a las interacciones y los diálogos que surgen en medio del camino. Al final esos momentos siempre se pueden convertir en indispensables oportunidades de desenvolvimiento para los retos que le esperan a nuestro héroe.

"Cuando alguien toma conciencia de que está en una travesía, le da más valor a las interacciones y los diálogos que surgen en medio del camino"

Paul Feyerabend, en sus "Diálogos sobre el Conocimiento", da vida a Gaetano, un joven tímido que tiene el aire de quien escribe poesía, y es éste personaje que alerta a todos acerca de la monotonía intelectual que algunos doctores y académicos insisten en reproducir.

Gaetano, entonces, advierte que hubo un tiempo en que se nutrían relaciones personales con los sabios, en vez de solamente citar a los autores clásicos en las tesis y disertaciones. Y continúa: "no creo que exista hoy relación personal análoga, lo que hay es una fuerte presión personal para el conformismo y, sobre todo, en vez de la conversación viva que Platón quería, tenemos frases vacías combinadas de manera esquemática." Pues bien, digamos a Gaetano y a Feyerabend: esas relaciones y conversaciones vivas están siendo rescatadas y, creo, más rápidamente fuera de los dominios de la universidad que dentro de ella.

La mentoría es un tipo de abordaje que refleja esa travesía. Un mentor es un compañero de camino, alguien que no se limita a las tentativas de la impersonalidad del ambiente académico.

Por eso, es una relación afectiva, amorosa, educativa. No hay una pretensión jerárquica o cualquier tipo de subordinación entre el mentor y el aprendiz. Es más aprendizaje mutuo (Sí, el mentor también está allí para aprender!) que enseñanza. En los caminos del Doctorado informal, la mentoría es una posibilidad muy interesante. En otras palabras: si encuentras una persona que admira y siente que de alguna forma ella podrá ayudarte en tu proceso, invítala a una charla y ve lo que ofrece. ¿Me puede enseñar su arte? Es lo que André Stern pregunta para un luthier que encontró en Suiza, en el documental "Ser y llegar a ser" (Being and Becoming en el original en inglés), sobre desescolarización. "Puedo mostrarte cómo lo hago, pero no puedo enseñarte nada", fue la respuesta que él escuchó. Se inició una fructífera relación de mentoría - esto es, de Aprendizaje.

Esa postura de no enseñar pero aprender juntos, tiene mucho que ver con la desescolarización, en el caso de los adultos. Y es justamente eso lo que el Doctorado Informal puede propiciar. Clara Bellar, directora de la película, hizo un desahogo después de una exhibición en São Paulo: "Cuando yo conocí adultos que no fueron escolarizados, quedé con envidia, de tanta autoconfianza que ellos demuestran!" "Llega hasta a ofender". "¡Ellos son tan fortalecidos, tan seguros de sí mismos!" La travesía del Doctorado informal es, en el límite, un trayecto de fortalecimiento humano, y la heteronomía impulsada por la mentalidad escolar va siendo poco a poco disminuida para dar lugar a una autonomía del ser que quiere venir a ser.

Sistemáticamente, crear espacios de aprendizaje entre adultos y niños significa pintar un nuevo mundo con colores diferentes de aquellos diagnosticados por Ivan Illich, cuando él dijo que no sólo la educación, sino la propia realidad social se volvió escolarizada.

El Doctorado Informal pasa a representar, a partir de sus aproximaciones con las experiencias de aprendizaje y desescolarización, mucho más un proceso, más que una acción puntual o un proyecto. Pasa a ser una manera de vivir-aprender. Aun así, para mí, existe una necesidad de que exista un lado más sistemático que trabaja con ciclos recursivos de entregas: si antes, yo consideraba mi Doctorado informal como finalizado después de entregar lo que me comprometí (un libro, producto, servicio, evento, cortometraje, etc.), ahora mi entendimiento camina en el sentido de considerar ese marco apenas como el primer paso de un espiral, a medida que me reconozco en mi autonomía y dejo fluir mis pasiones, éste no es un proceso que acostumbra a parar. Habrá otras entregas, y creo que el ritmo o la pulsación son importantes, como una secuencia de "Nosotros" encadenados, en una hora estoy en un ciclo de profundización, y en otra, en un ciclo de entrega o de realización.

En el libro "Mapeando Diálogos", de Marianne Mille Bojer y otros autores, hay una compresión más específica sobre las jornadas o travesías de aprendizaje que puede ser particularmente útil como herramienta en u ciclo de profundización; aquí, ellas significan travesías de un lugar a otro con el objetivo de explorar y experimentar un mundo de primera mano y tiene una relación fuerte con la creación de empatía y con principios del diálogo.

En una típica jornada de aprendizaje, los participantes son invitados a sentarse en pequeños grupos para conversas con los actores locales, buscando entender su realidad. Escuchan, no sólo con la mente abierta, también con el corazón y la voluntad. Después de la visita, escuchan las perspectivas de cada uno y por medio de la conversación llegan a una comprensión más profunda y a un cuadro más completo de lo que fue experimentado.

"Cuando yo conocí adultos que no fueron escolarizados, quedé con envidia, de tanta autoconfianza que ellos demuestran! "Llega hasta a ofender". Clara Bellar

Caio Dib aprovechó la esencia que anima las jornadas de aprendizaje para ir en busca de su sueño de viajar por el país para conocer experiencias educativas inspiradoras. Y el proyecto Caindo no Brasil (Cayendo en Brasil Caio en Brasil), cuyo libro retrata algunas grandes historias como la de Seu Luiz, mi coterráneo de Minas Gerais, Caio, narra el encuentro que tuvo con él en un viaje por tierras mineras.

Durante nuestra conversación, él me contaba sobre asuntos que circundaban su realidad y que pasaban por nuestra ventana de autobús. Él siempre completaba diciendo "¿Pero tú debes saber de eso, ¿no? ¡Tu estudiaste!". La mayoría de las veces, no sabía. Eran saberes populares o conocimientos necesarios para la realidad de él. No sabía medir una hectárea apenas mirando, no sabía asistir el parto de una vaca, no sabía cuánto costaba un camión cargado de madera para hacer carbón.

Ese trecho enseñaba, por un lado, el relativismo cultural que Paul Feyerabend argumenta, en algunas de sus obras, ser imprescindible para entender el aprendizaje o el conocimiento. La sabiduría que Seu Luiz demostraba pertenecía a un mundo completamente diferente del que Caio habitaba. Para el caso, podríamos decir que es "sabiduría popular", pero pienso que tal vez ese término no logre exprimir las singularidades existentes en cada palabra y en cada contexto. Sabidurías son varias, y poblaciones también.

De otro lado, percibo la belleza de la narrativa construida por Caio, que emana de su elección de simplemente contar historias. Cada vez que hago contacto con iniciativas así, me acuerdo de la provocación que Ian Mitroff se hizo, retomada por Juanita Brown: la cuestión entonces no es solo contar historias, es también relatar la ciencia , "¿Será que la ciencia logra aprender a contar buenas historias?". Así, por ese camino, veo aproximarse los mundos de la poesía y de la racionalidad, de la ficción y de la realidad, del arte y de la ciencia. Todo son historias.

Fabian Körner, el Journeyman que fue periodista en Cuba recorrió el mundo para descubrir su talento y enriquecerse de experiencias diversas e interesantes, escribió un libro para contar su historia. Según él, la tradición de los Journeyman apunta a que ellos deben siempre compartir sus momentos más marcantes con la comunidad. Forma parte de la travesía.

Fuente: Reevo.

C. Marco