Llegamos, con este fragmento, al final del artículo dedicado a la figura de Jovellanos. Más allá de los fastos que puedan organizarse coincidiendo con el segundo centenario de su desaparición, quienes hemos redactado este texto hemos pretendido únicamente recordar una figura humana concreta, pero no con ánimo de sostenerla en pomposos altares. Pensamos que a él no le habría gustado. Si la persona de este asturiano merece especial atención, la razón se halla a nuestro modo de ver en las novedosas aportaciones que hizo a la sociedad de su momento, en su entrega voluntariosa para que este difícil país recibiera una pequeña parte de las luces que en su tiempo intentaban expandirse por Europa.
Desde "Memoria Masónica" no podemos cerrar esta serie sin expresar nuestro agradecimiento a dos personas: Manuel Baena, que, además de prestarnos de vez en cuando alguna fotografía, dedicó unas cuantas horas de su tiempo a realizar la transcripción al francés, giros coloquiales incluidos, de todo el texto. Y a un buen amigo, Rafael Loredo Coste, creo que responsable, en el mejor de los sentidos que pueda tener la expresión, de una innovadora aportación a los estudios sobre la figura de Jovellanos y la masonería, plasmada en un original trabajo cuya lectura recomendamos desde aquí "Algunas cuestiones inéditas y fases críticas de Jovellanos".
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JOVELLANOS Y LA MASONERÍA
Jovellanos era católico. Este es un hecho probado a partir de sus propios escritos en los que un hombre, siempre prudente y comedido, no tiene reparos en reconocer su credo siendo crítico a la vez con el papel que la jerarquía eclesiástica juega en su país.
Pero durante mucho tiempo se ha discutido –y se seguirá haciendo- si Garpar Melchor de Jovellanos fue miembro de alguna logia masónica. Algunos autores que han analizado la biografía del personaje han evitado tratar el tema. Y cierto es que, si por su vida, trabajo y ejemplo, podríamos definir a Jovellanos como un masón sin mandil, es más cierto aún que no existe documentación que nos permita acreditar con total certeza su pertenencia a una logia. Sucede así con Jovellanos del mismo modo que con otras figuras de la Ilustración española, como es el caso del Conde de Aranda.
Autores como el gijonés Rafael Loredo Coste, no descartan la pertenencia de Jovellanos a la masonería en un momento en el que esta se asentaba con fuerza en toda Europa: para él Jovellanos forma parte de esa corriente de pensamiento que en un determinado momento encuentra en la razón la base de todo progreso humano, poniendo de manifiesto que en el momento histórico que le tocó vivir al pensador asturiano, prácticamente todo lo cultural, progresista, innovador y enciclopedista, contenía las más profundas esencias masónicas.
Dicho lo anterior no puede negarse que en España tanto monarquía como Inquisición vigilaron muy de cerca para impedir la propagación del librepensamiento y de las logias masónicas, el afrancesamiento de las costumbres y el asentamiento de todo lo extranjero, juzgado siempre pernicioso; pero ello no ha impedido que hasta nuestros días lleguen datos que cada uno podrá valorar según su criterio.
Loredo Coste hace especial hincapié en las sólidas amistades de Jovellanos: el entorno en el que se mueve durante su etapa sevillana y su primera estancia en Madrid lo ligan, o mantienen muy próximo a personas respecto a las cuales sí existe constancia de su pertenencia a la masonería. Así, Lord Holland, hispanista inglés y literato afrancesado, que intervendrá en favor de su amigo gijonés para obtener su liberación del cautiverio que padece, negociando primero con Manuel Godoy –a cargo del gobierno real de España durante el reinado de Carlos IV-, al que llega a ofrecerle sin éxito la posibilidad de sacar toda la fortuna amasada al frente del país para llevarla a Londres; o pidiéndole en una segunda ocasión a Nelson, de expedición por el Mediterráneo, el ataque y toma de la Isla de Mallorca para rescatar a Jovellanos de su encierro en el Castillo de Bellver. Nelson llegó a recibir hasta los planos del presidio, pero para cuando le llegó el mensaje ya se encontraba en el Atlántico.
Otro de esos amigos de cierta influencia y proximidad fue el Conde de Aranda, vinculado por una gran parte de los autores especializados a la masonería aunque descartado por otros, predecesor de Manuel Godoy en la dirección de los asuntos de gobierno, y artífice con el asturiano Campomanes (también buen amigo de Jovellanos) de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767. Rafael Loredo Coste, se inclina por dar credibilidad a quienes sitúan al Conde de Aranda al frente de la incipiente masonería española en 1767, y recuerda la gran influencia que en la vida de Jovellanos tuvo el hombre de Estado en gestos como este: “… fue él quien le animó a prescindir de la peluca en las actividades oficiales de su cargo. Un curioso gesto, muy innovador, que por ser estético trascendió y fue comentadísimo, ya que hasta entonces solamente se había visto en Francia.”
Pero será el Intendente de las nuevas poblaciones de Sierra Morena, Pablo de Olavide, a quien Jovellanos conocerá durante su estancia en Sevilla, el gran amigo que le abrirá las puertas de su hogar y que le introducirá en la sociedad de la capital andaluza. De Olavide es masón y también conoce al Conde de Aranda; en su casa se organiza una tertulia a la que llegan estudios económicos y teorías nuevas que circulan por Europa y que son desconocidas en España, y en la que “hasta participan mujeres”, algo impensable en la época y el lugar, y que va a influir en el pensamiento del joven ilustrado asturiano. Pablo de Olavide, amigo de Voltaire, será acusado por la Santa Inquisición de pertenencia a la masonería en el año 1775. En el proceso que siguió, los tertulianos citados por el Santo Oficio a declarar, presas seguramente del miedo, evitaron exculpar a quien injustamente era perseguido. Solamente Gaspar Melchor de Jovellanos declaró a favor de su amigo que, no obstante, fue condenado y escapó a Francia. Veintiún años después de aquél episodio Jovellanos fue nombrado Ministro de Justicia y De Olavide regresó ¿casualidad? ¿amistad? ¿fraternidad?
En una carta dirigida a Leandro Fernández de Moratín, Inarco, autor teatral y conocido francmasón español, Jovellanos se expresaba de un modo que puede servir de broche a nuestro texto:
“¿No vendrá el día en que la humana estirpe, de tanto duelo y lágrimas cansada, en santa paz, en mutua unión fraterna viva tranquila? ¿En que su dulce imperio santifique la tierra, y a él rendidos los corazones de uno al otro polo, hagan reinar la paz y la justicia?.... Pero vendrá aquel día, vendrá, Inarco, a iluminar la tierra y a los preocupados mortales consolar.”*
JOVELLANOS ET LA MAÇONNERIE
Certains auteurs ayant analysé la biographie du personnage ont omis de traiter ce thème. Il est certain de part sa vie, son travail et son exemple, que nous pourrions définir Jovellanos comme un maçon sans tablier.
Il est encore plus certain qu’il n’existe aucun document qui nous permette de créditer l’hypothèse de son appartenance à une loge avec certitude. Il en est ainsi avec Jovellanos ainsi qu’avec d’autres personnalités de cette période philosophique de l’Espagne, comme par exemple avec le Conte d’Aranda.
Des auteurs comme Rafael Laredo Coste de Gijón n’écartent pas l’appartenance de Jovellanos à la maçonnerie, à un moment où celle-ci trouve son assise avec force en Europe. Pour lui, Jovellanos fait partie de ce courant de pensées qui à un moment donné trouve dans la raison, la base de tout progrès humain en mettant en avant qu’à l’époque où vécu le penseur asturien, pratiquement tout ce qui était culturellement progressiste, innovant et encyclopédiste, contenait la plus profonde essence maçonnique. Ceci étant dit, l’on ne peut nier qu’en Espagne, autant la monarchie que l’inquisition, étaient très attentifs à ces courants philosophiques pour empêcher la propagation de la libre pensée et des loges maçonniques. La francisation des habitudes et l’assise des apports étrangers, toujours jugés pernicieux, n’ont pas empêché jusqu’à nos jours la diffusion de renseignements que chacun de nous pourra estimer selon ses propres critères.
Loredo Coste souligne les solides amitiés de Jovellanos, l’environnement dans lequel il évolue pendant son séjour à Séville.
Son premier séjour à Madrid le lie et le maintien très proche de personnes pour lesquelles il existe des preuves de leur appartenance maçonnique.
Ainsi, Lord Holland, hispaniste anglais et homme de lettres proche des idées françaises, interviendra en faveur de son ami de Gijón pour obtenir sa libération, en négociant d’abord avec Manuel Godoy (en charge du gouvernement espagnol pendant le règne de Charles IV). Pour sauver Jovellanos, alors prisonnier au château de Bellver, Lord Holland offre sans succès à Godoy la possibilité d’exporter vers Londres toute sa fortune amassée lorsqu’il était à la tête du gouvernement, et demande à Nelson en opération en Méditerranée, d’attaquer et de prendre l’île de Majorque où se trouver le château de Bellver. Nelson fut en possession des plans de la prison mais lorsqu’il reçu le message il se trouvait alors dans l’Atlantique !
Un autre de ses amis influent et proche fut le Comte d’Aranda, soupçonné d’appartenance maçonnique et réfuté par d’autres, tous spécialistes de la maçonnerie. Prédécesseur de Manuel Godoy comme ministre il fut responsable de l’expulsion des Jésuites en 1767. Rafael Loredo Coste penche pour crédibiliser la thèse situant le Comte d’Aranda à la tête de la naissante maçonnerie espagnole en 1767.
Rafael Loredo Coste rappelle la grande influence qu’eut Aranda dans la vie de Jovellanos « ce fut celui-ci qui l’encouragea à faire abstraction de la perruque pendant les activités officielles de sa charge, un geste curieux, très innovant, qui par son effet esthétique transcenda et fut très commenté, car jusqu’alors il n’avait eu lieu qu’en France ».
Mais ce sera l’intendant des nouvelles agglomérations de Sierra Morena, Pablo de Olavide, que connut Jovellanos durant son séjour à Séville, qui lui ouvrira sa porte et l’introduira dans la société de la grande ville andalouse. De Olavide est maçon et connait le Comte d’Aranda. Chez lui s’organise un cercle d’amis qui étudieront les problèmes économiques et les nouvelles théories qui circulent en Europe, mais inconnus en Espagne. Réunions auxquelles participent même des femmes, fait impensable à l’époque. Ceci va influencer le jeune penseur asturien. Pablo de Olavide, ami de Voltaire sera accusé par la sainte inquisition d’appartenance à la maçonnerie en 1775. Dans le procès qui s’en suivit les témoins cités par le sainte office, sous l’emprise de la peur, évitèrent de disculper celui qui était injustement poursuivi. Seul Jovellanos témoigne en faveur de son ami qui néanmoins fut condamné et dut s’enfuir en France. Vingt et un ans après cet épisode, Jovellanos fut nommé ministre de la justice et de Olavide revint, hasard ? Amitié ? Fraternité ?
Dans une lettre adressée à Leandro Fernandez de Moratin, Inarco auteur de pièces de théâtre et connut en tant que franc maçon, Jovellanos s’exprime d’une façon qui peut mettre un point final à cette biographie. « Quand est-ce que le jour viendra où le genre humain extirpera de toute cette douleur et de ses larmes fatiguées une union mutuelle et fraternelle pour vivre en paix ?»*
*Bibliografía:
Jovellanos y la Educación en Valores, de Santiago Sagredo García, editado por el Foro Jovellanos el 7 de noviembre de 1997.
Algunas cuestiones inéditas y fases críticas de Jovellanos,de Rafael Loredo Coste, editado por la Real Academia de Medicina del Principado de Asturias el 1 de noviembre de 2002.
*Bibliographie
« Jovellanos y la educacion en Valores, de Santiago Sagredo Garcia », édité par le forum Jovellanos le 7 novembre 1997.
« Questions inédites sur Jovellanos » Rafael Loredo Coste édité par la Real Academia de Medicina de la Communauté Asturienne le 1er novembre 2002.
Et si omnes, ego non.