Tuve que perderme el primer concierto del viernes pasado de este ciclo en memoria de mi querido y admirado Alfredo de la Roza, pero hoy Oviedo estaba "huérfana de música" y este segundo (como el cuarto) ya era cita obligada.
Antes de nada mi más sincera enhorabuena a Ignacio Rico Suárez como presidente de la Escolanía San Salvador, y a su director Gaspar Muñiz Álvarez, responsables organizadores por séptimo año de este ciclo único en la capital, pues personas e instituciones como ellas consiguen con mucho trabajo, no reconocido muchas veces, sin olvidarnos de los siempre necesarios patrocinadores que deben buscarse, convencer e implicar, para poder planificar y mantener la continuidad de estos conciertos que apuestan por propuestas distintas en la música eterna, esta vez del Barroco, sin olvidar nunca el sentido sacro que envuelve y flota en este "memorial De la Roza".
Igualmente quiero felicitarles por el despliegue de medios:
- humanos, pues la Escolanía se vuelca con este "su ciclo" y da gusto verles perfectamente uniformados y educados ayudando a que todo salga bien,
- y técnicos: programas de calidad en todos los aspectos, internet (a traves de web, redes sociales y vídeos en YouTube©) más la pantalla grande situada detrás de los músicos donde podemos visualizar los datos de la obra que suena en ese momento. No es habitual este despliegue que pone la nota muy alta a la organización.
La primera instrumental, con una plantilla "reducida" a dos violines, chelo, tiorba / guitarra barroca y órgano positivo suficientes y aprovechando la acústica de este hermoso templo barroco en pleno centro carbayón, donde pudimos disfrutar de Arcangelo Corelli y dos sonatas da chiesa (de iglesia), las Op. 1 nº 1 en FA M., y la Op. 3 nº 2 en RE M., ambas de cuatro movimientos perfectamente contrastados en la alternancia Lento-Rápido que los jóvenes músicos solventaron con profesionalidad y buena "sonoridad barroca". Otra "sonata eclesial", esta vez de Giovanni Battista Bassani, su Op. 5 nº 8 en Sol m., de seis movimientos ponía el punto y seguido así como la continuidad estilística e interpretativa de una formación que se desenvuelve muy bien en este repertorio en el que se ha especializado.
En la labor de recuperar repertorios poco habituales, comenzó por el aragonés Francisco Viñas y su Lamentación 3ª del Miércoles (1723) muy bien comentada en las notas al programa y sin el órgano como "señal de luto", para seguir la formación de cámara y la voz con tres arias de los auténticos "pesos pesados" barrocos:
Händel y el aria How beautiful are the feet del célebre oratorio "Messiah" (HWV 56), donde la soprano se decantó por una lectura más belcantista que barroca, al igual que en las dos arias del gran Bach: Bist du bei mir (BWV 508), creo que siempre más adecuada para mezzo o incluso contratenor por registro y color, más Bekennen will ich seinen Namen (BWV 200), donde las carencias antes apuntadas aparecieron en mayor grado. Al menos Vivaldi con O servi, volate del oratorio "Juditha triumphans" (RV 644) pudimos apreciar también las cualidades de esta soprano, sobre manera en el gusto interpretativo siempre apoyado por esa pequeña formación que brilló por encima de la solista.
El punto final lo puso la Cantada al Nacimiento (1749) de Juan Francés de Iribarren, con Recitativo: Para aquel horizonte y Aria: Todo el mundo en alborozo donde la letra resultó imposible de entender y la música resonó pletórica en esta versión de "Eutherpe", sabedora de convertirse en preludio de las Navidades muy cercanas e hilo conductor del ciclo 2011, bisando el aria como regalo muy del agrado de un público que abarrotó San Isidoro, siempre apoyando esta cita anual con Don Alfredo en la memoria de todos.