No pocas veces se escucha en los medios de comunicación “la juventud está perdida”. Frente a esto, Notio entrevistó a tres responsables de proyectos diversos, novedosos y creativos. La edad de estos protagonistas es el común denominador, ya que ellos no han superado la “barrera de los treinta”, pero ya han alcanzado el éxito en sus actividades.
La Licenciada Paula Cruz, se refiere a las cualidades personales que posibilitan el espíritu aventurero de los más jóvenes. “Lós jóvenes son innovadores y todavía no saben que “eso no se puede hacer”, si no que, por el contrario, buscan siempre nuevas soluciones y nuevas áreas de oportunidad”, afirma, al mismo tiempo que agrega: “Tienen la capacidad de formular ideas de negocio y una gran actitud para conseguirlo”.
La psicóloga consultada por Notio señala que en muchas ocasiones son las condiciones coyunturales las que empujan a estos jóvenes a comenzar sus propios proyectos. “La mayoría vive con sus padres, por lo que no tienen gastos fuertes fijos del tamaño de renta o hipoteca, agua, luz, teléfono…”, explicó. “Están solteros, lo que facilita doblemente el ser emprendedores. No necesitan fijarse un sueldo elevado para manutención de esposa o hijos, lo que permite reinvertir sus utilidades en su propio negocio; y no tienen la presión psicológica de que “Deben tener éxito” por el bien de su familia. Es más fácil correr riesgos cuando ellos son los únicos afectados de sus acciones”, añadió.
Pilpintú: crecer jugando
Carolina Ramat, “Tatu” como la llaman todos desde su infancia, es psicóloga y tiene 27 años. Al poco tiempo de comenzar su actividad profesional, descubrió que tenía fuertes inquietudes respecto de la terapia infantil y decidió crear Pilpintú, un espacio que pretende recuperar el juego tanto para los chicos como para los grandes.
Ella misma lo explica: “Tenía una duda que partía del centro de mi ser, lo sentía y siento en mi corazón y trasciende mi recorrido como profesional y experiencia como ser humano: ¿por qué no nos sorprende que cada vez más niños necesiten espacios terapéuticos? ¿Qué estamos haciendo como seres individuales y como sociedad (en todos los niveles) para fomentar o propiciar estas demandas?”.
Al principio, Carolina no sabía cómo dar respuesta a esa pregunta. Sin embargo, tenía una certeza: “Creo profundamente en el juego como fuente de salud y es por eso que desde el inicio supe que en este cambio que se avecinaba, a nivel profesional y personal, el juego iba a ocupar un lugar central”, afirma y agrega: “Con las ganas de crear un espacio que valore y fomente hábitos saludables y las herramientas para que los niños de hoy cuenten con la posibilidad de afrontar y disfrutar de nuestra realidad de la mejor y más saludable forma posible fue que nació Pilpintú”.
No fueron pocos los obstáculos con los que se fue topando en su intento por poner en marcha su proyecto. “Llevé la propuesta a diversos lugares, y a pesar de que algunos mostraban entusiasmo, no pudimos concretar con ninguno de ellos. Ahí aprendí que no era tan fácil como pensaba y que había otras variables a tener en cuenta como trámites, habilitaciones, seguridad, recursos, horarios, disponibilidad, entre otras cosas”, recuerda.
Pero, como en todo proceso de aprendizaje, equivocarse representa una oportunidad. “Hoy estoy más atenta a todo, más comprometida aún con Pilpintú, porque confió plenamente en este proyecto. Pero también sé que no todo es color de rosas y que necesito fuerza para luchar por lo que creo”, sostiene.
Actualmente, Pilpintú funciona como un taller de juegos itinerante, que tiene el objetivo de “Brindar alternativas a los espacios de juego que hoy tienden a predominar (play, wii, compu, tv, etc) para que los niños puedan descubrir y crear, fantasear e imaginar (historias, canciones, dibujos, gestos, etc) jugar con sus cuerpos, con otros, en familia, con elementos cotidianos, con juegos de los padres, de los abuelos o juegos inventados por todos. Para que puedan aprender jugando”, así lo explica su fundadora.
Si bien el camino es largo y recién empieza, la Licenciada Ramat, comienza a recoger los frutos del trabajo y el esfuerzo: “Cuando veo a los niños divertirse y disfrutar con los juegos que proponemos y luego participar del momento donde hacemos una breve reflexión, sobre los valores puestos en juego, sé que se puede”, dice. “Tengo fe y confianza en que todos podemos y sigo apostando a Pilpintú como promotor de un crecimiento sano y divertido.”
Lutte Diseño: amar lo que se hace
Hace pocos años, como para dar un cauce a la energía creativa que la ponía constantemente en movimiento, Silvina Lutterotti, una joven estudiante de diseño gráfico, decidió crear junto a su pareja, un estudio de diseño “diferente”, una idea que tenía en mente desde hacía mucho tiempo. “Lutte Diseño nació creo que, desde que Nacho y yo estamos juntos. Siempre quisimos fusionar su quehacer, el arte aplicado, con el mío”, comenta Silvina. “Al principio, éramos nada más que Nacho, yo y nuestro sueño. De a poco, empecé en casa con una PC, la misma que usaba para hacer las entregas de la facultad. Terminando la carrera, el último trabajo de Diseño tres fue armar mi portfolio… eso fue punta de lanza de lo que hoy es Lutte diseño”, recuerda la diseñadora.
“Con el tiempo llegaron los primeros clientes que confiaron en mí, me recomendaban y la cosa funcionaba cada vez mejor. Así fue que llegamos al día de hoy donde somos mucho más que dos.” Actualmente, Lutte Diseño está compuesto por un grupo interdisciplinario de jóvenes profesionales, con una marcada orientación por crear respuestas originales a las problemáticas que conforman el mundo empresarial.
Se las ingenian para hacer de todo: desde diseño web hasta gigantescas publicidades corpóreas. Son tantas las propuestas que este estudio tiene, que podría pensarse que sus precursores tienen algún tipo de apoyo económico. Sin embargo, Silvina explica: “sigue siendo un proyecto 100% financiado con el esfuerzo y el talento de quienes participan. Con la falta de financiación, al principio se hizo duro. Pero lo hacemos todo a pulmón: Lutte Diseño va creciendo y cambiando día a día”.
Farsa producciones: pequeños sueños
Walter Cornás es un joven oriundo de Haedo. Es un “hombre orquesta”: actor, productor y director de arte, entre muchas otras cosas. Con sus amigos de la infancia, creó veinte años atrás, Farsa, una productora de cine que es un verdadero fenómeno dentro del cine nacional. “Farsa nació cuando Hernán Sáez y Pablo Parés empezaron a hacer un corto animado allá por el año 1990. El corto estaba hecho a mano, alrededor de 500 dibujos para ser luego filmado con una super-8. Ese corto que quedó inconcluso dio pié al nombre Farsa, en alusión a los posters Pagsa de la época”, cuenta Walter.
“A partir de ahí el grupo se fue extendiendo, Hernán iba a la primaria con Berta Muñiz, Pablo Parés iba la primaria conmigo, en la secundaria se sumó Paulo Soria y años después conformamos una sociedad nosotros cinco”, explica y agrega: “Pero el verdadero espíritu de Farsa, es que es una plataforma de artistas con ganas de expresarse. Cada proyecto llevó un líder natural que lo llevó adelante, con lo cual, algunas pelis tienen más participación de unos que de otros y de un montón de gente que aporta desde un lugar principalmente artístico. Por eso Farsa es mucho más un todo que la suma de sus partes”
Desde sus primeros pasos en la década del 90, Farsa sigue mutando día a día. “La idea inicial no fue planeada tan específicamente, sino más bien una seguidilla de eventos naturales. Pablo tenía una cámara, con Hernán y su hermano Diego hacían cortos, luego nos sumamos Berta, Paulo y yo, y por una venta al exterior que hicimos de nuestra segunda película, conformamos una sociedad, pero ese es sólo un aspecto de Farsa.”
La productora tiene en su haber un prolífico portfolio: más de 100 cortos y 80 videoclips filmados, entre los que se recuerdan los de la banda también haedense Árbol; la participación en festivales internacionales, donde obtuvieron el reconocimiento de la crítica por su largometraje Filmatrón.
“El proyecto Farsa tuvo distintos integrantes en distintas épocas”, comenta Cornás. “Es como una comunidad creativa, un espacio donde se puede trabajar, dar clases, filmar un corto o dibujar. Todo el tiempo está desmaterializándose y y materializándose; convirtiéndose en algo propio”.
Walter no tiene miedo de auto proclamarse un joven emprendedor. “En las carreras que tienen que ver con lo artístico si no le ponés pilas, terminás trabajando en un banco (como le paso a mucha gente que vi largar esto por una tranquilidad económica), y no está mal. Uno no tiene que ser masoquista che. Apostás y generás hasta donde uno pueda o quiera. Lo importante es ser feliz, emprendiendo el camino que uno va delineando.”
Autora Ana Clara Pedotti http://notio.com.ar/sociedad/jovenes-emprendedores-los-que-se-animan-a-mas-6423
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