Joy es la tercera colaboración de Jennifer Lawrence y el director David O. Russell, una combinación que hasta ahora ha dado como fruto premios, nominaciones, pero no "grandes" películas. Joy, probablemente, tampoco lo es, pero quizás es la mejor de las tres. Más original que El lado bueno de las cosas (2012) -que intentaba ocultar su naturaleza de comedia romántica- y menos extravagante que La gran estafa americana (2013), ahora O. Russell le otorga el protagonismo absoluto a Lawrence. Y es lo mejor que podría haber hecho. La actriz es más que capaz de soportar el peso de una película y la única pregunta que podemos hacernos es que, si con solo 25 años esta joven es ya es una estrella capaz de interpretar a una mujer madura ¿Qué va a hacer cuando cumpla los 40?.
Joy puede parecer en algunos momentos una parodia de una película de Paul Thomas Anderson -pensad en Magnolia (1999)- pero también es cierto que acabaréis comprometidos con su protagonista: sus problemas y sus tristezas llegaran a importaros. Pero creo que O. Russell falla a la hora de acercarse a los momentos más íntimos, como la muerte de uno de los personajes de su película, a la que no consigue insuflar la gravedad adecuada. Además, tendréis que perdonarle al director y guionista el intento de situar el trauma de Joy en su infancia, en una jugada que parece emular nada menos que el "Rosebud" de Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941).